sábado, 25 de agosto de 2012

Tertulias de la memoria


Al hombre que cabalga largamente por tierras selváticas le acomete el deseo de una ciudad, nos dice Ítalo Calvino. Quito, a varias jornadas de montañas y de quebradas, se levanta con sus cúpulas níveas y campanas, donde el viajero puede encontrar aún personajes que llevan talegos de palabras.
“Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son solo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”, comenta el autor de “Ciudades Invisibles”.
Esto parece ser el caso del reciente libro “Tertulias de la Memoria”, editado por Susana Freire García, de Quito Eterno (www.quitoeterno.org), donde la historia mítica de la urbe nos devela por qué el Centro Histórico no es únicamente sus fastuosos edificios sino sus personajes.
Es una larga disputa entre la idea de una historia oficial llena de caballos de batalla, insignia de generales y poder, como creía Tucídides, a esa otra historia de lo cotidiano, evocada por Heródoto. Por eso los temas propuestos son Leyendas y tradiciones, Personajes y oficios populares, Del Quito del Centro al Distrito Metropolitano y Barrios y parroquias, producto de las tertulias que se organizaron del 20 de agosto al 10 de septiembre, del año pasado, en lugares emblemáticos como la capilla del Museo de la Ciudad, donde el relato del mítico Cantuña parecía aún desbordarse más allá del atrio de San Francisco.
El jueves pasado fue la presentación del libro que lleva como epígrafe un texto de Jorge Carrera Andrade: “Quito tiene mucho que recordar y por eso parece pensativa y absorta aun en las horas del día”. Es que lo peor que le puede suceder a una ciudad -como a un pueblo- es vivir en la amnesia,  no saber de dónde viene ni a dónde va, algo común en nuestras ciudades postradas ante las nuevas catedrales del neón y del vértigo, llamadas centros comerciales.
Esta obra es parte de un proyecto iniciado hace diez años, donde un grupo de jóvenes amantes de este Quito eterno, como el nombre de ese memorable libro de Fray Agustín Moreno, se empeñó, por medio de rutas de leyendas y de personajes populares, devolverle un sentido a esta urbe que tiene una virgen alada en El Panecillo, antigua geografía sagrada prehispánica.
Si como lo hace el Municipio de Quito con su apoyo, cada ciudad, cada pequeño pueblo del país contara con tan entusiastas jóvenes, no tendríamos que preocuparnos demasiado por el tema de la identidad. Es que cuando andan las palabras no anda el olvido.




Tomada de la edición impresa del Sábado 25 de Agosto del 2012


sábado, 18 de agosto de 2012

Bond, Mr. Been y Assange


El diario londinense The Evening Standard, creado en 1827, especulaba, días antes de la inauguración de las Olimpiadas, que la reina Isabel II concedería, con el tradicional toque de la espada, el afortunado nombramiento de sir a James Bond, el agente 007, creado hace 50 años por Ian Fleming. Conjeturaba, además, que el espía haría una entrada espectacular en el estadio de Stratford.
Quien arribó de manera cinematográfica -saltando en paracaídas- fue la mismísima Isabel II, su graciosa majestad, quien impidió, junto a Margaret Thatcher, la “Dama de Hierro”, que el amigo de esta última Augusto Pinochet, el genocida chileno, fuera extraditado, burlándose incluso de los tribunales británicos en 1998. Atrás del intento de llevar al banquillo de los acusados estaba Baltasar Garzón.
Ahora el protegido de Garzón es Julian Assange, reconocido por Amnistía Internacional por su defensa en la libertad de expresión y, más allá de eso, quien -como si se tratara de un largometraje no deseado- develó en los WikiLeaks la mirada colonial de las embajadas anglosajonas y aún peor: los efectos brutales que producen el negocio de las armas en las antiguas colonias. Curiosamente, Bond siempre duerme con un arma bajo la almohada y una chica de turno, y no sabemos si usa preservativo.
Antes de que los antiguos esclavos coloniales -llegados en los barcos negreros a América- corrieran en la pista sintética, otro personaje irrumpió en la escena olímpica: Mr. Been, quien se burla de la guardia inglesa y duerme con su osito de peluche Teddy.
Bond defiende un sistema, dice Eduardo Galeano. “Ahora, Bond es un hombre-sándwich al servicio de muchas empresas de muchos países. Cada escena de su película ‘Tomorrow never dies’, estrenada en 1997, funciona como un spot publicitario.
El infalible Bond consulta su reloj Omega, habla por un teléfono celular Ericsson, salta desde una azotea para caer sobre un camión de cerveza Heineken, huye en un automóvil BMW alquilado en Avis, paga con tarjeta Visa, bebe champaña Dom Pérignon, desviste mujeres previamente vestidas por Armani y Gucci y peinadas por L’Oréal, y combate contra un rival que luce ropas de Kenzo”.

Antes de ayer, el Times de Londres lo dijo: un pequeño país sudamericano, que es como decir una Banana Republic,
concedió asilo a Assange. Aunque el diplomático Mauricio Gándara crea que es por salir en los periódicos, hay otros temas en juego en estos asuntos, que van más allá del osito de peluche Teddy, que se asustaría de tantas armas regadas por el mundo para defender a un sistema que cree que el planeta es un “shopping center”.

sábado, 11 de agosto de 2012

La temible Caja Ronca


De las mitologías de legado colonial, que trajo la idea del pecado, se destaca la Caja Ronca. Esta es una versión del suscrito para el libro “Jugando con el abuelo”, del Ministerio de Cultura de Ecuador…
Había una vez, hace mucho tiempo, un chiquillo tan curioso que quería saber en qué sueñan los fantasmas. Por eso escuchaba con atención la última novedad: una procesión de aparecidos que merodeaban las oscuras callejuelas.
Los mayores decían que estos seres hacían penitencia, desde ultratumba, porque debido a su avaricia dejaron escondidos sus tesoros. Entonces, mientras alguien no descubriera esos entierros debían andar por este mundo, aterrorizando al prójimo.
Mateo, que así se llamaba nuestro personaje, era tan fisgón al punto de estar dispuesto a pasarse una noche esperando a las almas en pena. La oportunidad se presentó cuando su amigo Juan Alfonso, un mozuelo de ojos vivaces, tuvo que ir a regar la chacra.
-Seguro que vemos a la mismísima Caja Ronca, que lleva el arcón de joyas de los difuntos, dijo Mateo. A lo lejos se escuchó una flauta y un tambor y pesadas cadenas. Y lo vieron todo.
Subido en una carroza, estaba un personaje siniestro. Las lenguas de fuego lo acariciaban y por su enorme tridente se trataba del mismísimo Lucifer salido del infierno. Eso a juzgar por sus ojos resplandecientes como carbones encendidos y sus cuernos afilados, golpeados por una luz intensa que despedía esa procesión funesta de cucuruchos.
Este señor de las tinieblas iba recio y parecía que de sus ojos emanaban las órdenes para que sus fieles, arrastrando cadenas amarradas a sus pies, caminaran en un arrepentimiento fúnebre. De su mano derecha sobresalían una uñas afiladas confundidas con su capa escarlata que flotaba por encima del carromato de ruedas inmensas.
De pronto, la visión del averno fue interrumpida. La puerta crujió. Al frente de los muchachos se encontraba un cucurucho quien extendió su mano para entregarles dos desmedidas veladoras verdes.
Las primeras beatas que salieron de la iglesia de San Francisco los encontraron casi sin alma, mientras echaban espuma por sus bocas. A su lado hallaron dos canillas de muerto, que no eran otra cosa que las veladoras entregadas por el cucurucho de caperuza morada.
La curiosidad de Mateo tuvo su recompensa. Los dos amigos fueron los primeros invitados para relatar los sucesos de la temible Caja Ronca, en medio de la admiración de sus oyentes. Sin embargo, a veces, había que recogerse antes de la medianoche porque un tambor insistente se escuchaba a la distancia…

sábado, 4 de agosto de 2012

Yachay: la otra historia


Al cantón imbabureño de Urcuquí, donde se construirá la Ciudad del Conocimiento Yachay, acuden desde hace algunos meses investigadores para develarnos cómo son los pueblos vecinos de este proyecto emblemático de Ecuador (www.yachay.ec).
Poblaciones como Pablo Arenas, Cahuasquí, Tumbabiro y el propio Urcuquí sacan sus historias escondidas. El patrimonio inmaterial nos habla de brujas voladoras en el triángulo de Mira-Pimampiro-Urcuquí, pero también de los mechayas, una suerte de esferas escurridizas que cuando se las atrapa se convierten en bolsitas de oro. Se realizan estudios de las decenas de tolas que los caranquis construyeron del 700 al 1500 de N.E., porque sus límites comprendían desde el Valle del Chota hasta Guayllabamba. Algunos de estos legados arqueológicos podrían convertirse en museos de sitio.
Pero también aparecen los relatos del país profundo: la larga disputa por el agua. El historiador local Wilmo Recalde Zabala, en su estudio sobre la Acequia Grande o de Caciques, refiere: “Constituyó un hecho histórico en la vida de los urcuquireños… Para 1729, la extorsión a los indios por la tierra había llegado a su máxima expresión; la falta de irrigación del suelo despojado alimentó la ambición de sus propietarios de las haciendas de San José y San Vicente, de esta última el capitán Bailló procedió a quitarles el agua de la única acequia existente, que era la de Caciques. Los indios elevaron una queja a la Audiencia de Quito y lograron, para 1729, que les fueran devueltas las aguas, pero los hacendados siguieron conservando las aguas por medio de la fuerza y del terror, donde los enfrentamientos causaron muchas pérdidas humanas”.
Recién para el año de 1921 un reducido grupo de urcuquireños, entre ellos Juan Celio Salvador, Arsenio Cevallos, Manuel Félix, Abrahán e Isaías Flores, se propusieron recuperar las aguas de la Acequia Grande o de Caciques, arrebatadas por los terratenientes de las haciendas citadas.
“Una madrugada, la población de Urcuquí fue regada por todo el caudal de agua de la acequia; ante esta motivación, todos los pobladores prometieron defenderla. El conflicto se terminó parcialmente en diciembre de 1927 en la presidencia de Isidro Ayora, mediante un convenio en el cual se entrega al pueblo de Urcuquí 84 pajas de agua (unidad de medida utilizada en aquel tiempo)”, refiere Recalde.
Curiosamente, ahora en los lugares donde antes se encontraban las haciendas se construirá Yachay y eso nos devela otra realidad: el nulo compromiso de ciertas élites -a lo largo de siglos de cuidar sus intereses- con un proyecto llamado Ecuador.

FOTO. Un niño recorre la calle en Cahuasquí, cantón Urcuquí.




Tomada de la edición impresa del Sábado 04 de Agosto del 201