Esta semana hay una buena noticia para el país: se anunció que se ha
cumplido la meta de 100 millones de dólares impuesta para salvar el Yasuní ITT,
con reservas por más de 800 millones de barriles de crudo.
Más allá de la importancia de este santuario de la biodiversidad también
está la memoria de los pueblos ancestrales que viven en la Amazonía
ecuatoriana. Comparto esta mitología, que se llama La Tortuga y el Venado, de
mi libro Los dioses mágicos del Amazonas,
editado hace tantos años:
Las patas ágiles del Venado llegaron hasta el río. Su cornamenta
grácil se reflejó, mientras divisaba su propia cabeza, en la ondulación del
agua. No alcanzó a mirar alrededor porque sus ojos iluminados se lo impedían.
Meció su pelambre y respiró ufano,
como si fuera el animal más hermoso de toda la selva y además el más veloz.
Con esta idea trotó leve hasta donde
se encontraba la Tortuga, que mordisqueaba unas hierbas con lentitud, como si
toda la tarde le perteneciera. El Venado habló:
“Cuñado, mañana temprano vienes para
saber quién corre más rápido”. Aunque el Venado habló de que era un simple
juego, la competencia en realidad había sido acordada para cubrir la distancia
de un mar al otro mar.
Al otro día la Tortuga acudió como
si sus pasos llevaran el peso de su caparazón.
El Venado tenía prisa por ganar la
contienda y exclamó:
¡Corramos y corramos hasta ver quien
llega primero al mar!
Antes de dejar los primeros árboles,
la Tortuga dijo que tenía que comer algo para tener energías y que el Venado
siguiera corriendo, pero su contrincante aprovechó para descansar.
La Tortuga se escabulló por unos
arbustos y llegó donde sus parientes para contarles lo sucedido. Pactaron una
estrategia para ganarle al Venado.
Cuando la Tortuga volvió, el Venado
le esperaba con impaciencia pero pudo más su orgullo y le dio ventaja:
Ve tú primero, le dijo, y la Tortuga
reinició su andar.
Pero por más que el Venado corría no
podía alcanzarla. Al poco tiempo el Venado estaba exhausto y gritó:
¡Cuñado Motelo! ¿Cuñado, dónde
estás?
Desde la distancia le contestaron:
¡Ouuu... ouuu!
El Venado corrió nuevamente donde
creía que estaba la Tortuga pero siempre había una voz que le respondía cada
vez más lejos. Sus patas desesperadas cubrían distancias y había perdido el
rastro. Así corrió hasta que reventó del cansancio y murió...
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