La
curva, en el sector imbabureño de Cuajara, debe circularse a 40 km por
hora, el chofer Óscar Rosas Martínez, de la cooperativa Espejo, placa
carchense CAF-314, lo hizo a 110, con el agravante de llantas lisas.
Debía
llevar 42 pasajeros, mejor llevó a 57. Como no tenía ruta retiró a la
mayoría de los pasajeros en esos engendros que se llaman miniterminales,
producto de la terquedad de los choferes y la anuencia de las
autoridades (es decir sin control desde la Terminal Terrestre).
El
saldo del accidente: 30 muertos, el resto heridos e historias
trágicas, como la de Luis Alvarado, que perdió siete miembros de su
familia (ente ellos Mauricio Alvarado, colega periodista de Ecuador TV).
El
pasado domingo murieron, además, miembros de los Testigos de Jehová,
prestigiosos músicos del grupo Pucará, turistas que iban a visitar las
playas, niños… La causa: cristalización de los frenos por exceso de
velocidad.
La otra causa: el país desalmado e indolente, representado por algunos de estos choferes que se dicen profesionales del volante.
Pero
la lista es larga: los automotores literalmente son latas de atún con
vidrios porque no cumplen los requisitos internacionales y, bien se
sabe,
muchas de las licencias son adquiridas en forma fraudulenta, ni qué
hablar de los 17 puntos menos que tenía el chofer, seguramente con
alguna imagen religiosa para que lo proteja, sin mirar la guadaña de la
Muerte.
Son
dos países. El uno que construye espléndidas carreteras, tiene
instituciones, como el MIES que brindará ayuda psicológica a las 54
familias, o los equipos de socorro y mejores policías; y el otro país
que vive a inicios del siglo XX, en medio de la estupidez creyendo que
llevan papas, como dice nuestro pueblo.
Claro, hay un dicho para los choferes carchenses: Mejor perder la vida
que perder la viada.
¿Cómo
parar estas masacres? Primero, una renovación total de los automotores,
al menos los que, como el caso de marras, cubran tres provincias,
Pichincha, Imbabura y Carchi, al estilo de la prestigiosa Flota
Imbabura, una de las mejores equipadas del país.
Pero
antes de esto -como en el caso de las universidades- los de categoría
macabra deben salir de circulación. Lo otro está en la desaparición de
las miniterminales en Ibarra, bajo el pretexto de la bravura de los
choferes que se niegan a cumplir una adecuada planificación de la
ciudad. Y hay unos culpables escondidos: los dueños de los buses,
quienes, sin importarles, ponen a sus choferes en turnos de más de diez
horas al volante, cuando la norma internacional dice cuatro. Caso
contrario, seguiremos llorando a nuestros muertos.
Tomada de la edición impresa del Sábado 25 de Febrero del 2012
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