Si algo aún ocurre en el país es el ninguneo. No es
solo la “chusma”, como diría en el libro El síndrome de Doña Florinda, esa
metáfora ideada por Rafael Ton para explicar cómo cierto segmento social –clase
media arribista- pretende ser lo que no es.
La búsqueda del “blanqueamiento” lleva a despreciar al
“otro”. Hay términos: “longos”, “montuvios”, “chagras”, “negros”, “música
chicha” o la inocente “tripamishqui” escondida en el barrio lejos de
‘Pelucolandia’ cuyos candidatos piden más “vuelto” que cambio, sin que esto sea
maniqueo.
La “chusma” es la que no tiene derecho a tener una
universidad decente y peor acudir a sitios donde está simbólicamente prohibida
su entrada con un eufemismo: “estricto derecho de admisión”. Es como si una
mínima parte del país –para el caso de los becarios- no aceptara que también
los “otros” pudieran tener el “privilegio” de estudiar afuera. Obvio, nadie lo
dice directamente sino por esas cloacas que son las redes sociales (que lance
la primera piedra quien no ha insultado a Delfín Quishpe, por lo demás nunca
invitado como J.J. en su momento).
La “chusma” recuerda la tesis “Mestizaje,
cholificación y blanqueamiento en Quito, primera mitad del siglo XX”, de Manuel
Espinosa Apolo, de la Universidad Andina Simón Bolívar. “En Quito el proceso de
conflictividad se expresó en el enfrentamiento social entre los de arriba y los
de abajo, entre capitalistas y proletarios, o entre la oligarquía (clases
propietarias) y el pueblo…
Baste recordar que en la época del presidente Ayora
–también llamado “indio” al igual que Alfaro– se denominó ayora a la nueva
moneda de valor de 100 centavos “porque era medio prieto y feo, mientras a la
nueva moneda de 50 centavos se le llamó laurita –el nombre de la esposa del
presidente Ayora– porque era de plata, blanquita y muy simpática”. Ayora, quien
transformó e institucionalizó al país, estudió en Alemania como uno de los 42
becarios de Alfaro.
Justo en los años treinta, cuando era presidente el
“indio” Ayora, visitó el país el norteamericano Albert Franklin y escribió:
“El Quito de la
“gente decente” quisiera separarse del otro Quito. Se burla y habla con aire de
superioridad de lo anticuado y la simplicidad del Quito del pueblo... El
principal criterio que guía el gusto de la “gente decente”, es si un artículo,
gesto o costumbre dado es o no ecuatoriano... Para esta gente, la música
ecuatoriana es un recuerdo de pobreza y, además, es ecuatoriana...”. Por eso,
desde esas clases, los nuevos “inquilinos” de la urbe fueron designados como el
“cholerío” y la “longocracia” (¿No son ahora los llamados “borregos” propios
del ámbito rural andino?) Curioso el significado de “chusma” que es para “gente
que se considera muy vulgar y despreciable”.
Es verdad, las élites latinoamericanas siempre han
sido eso: alienadas, antinacionales y no contemporáneas, dice el brasileño José
Honorio Rodrigues (sic). En Ecuador, hace un siglo, cuando eran los ‘Gran
Cacao’ se fueron a París y nunca pusieron una fábrica de chocolates en
Babahoyo. “¡Quico, no te juntes con la chusma!”, diría Doña Florinda. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/el-sindrome-de-dona-florinda-ii
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