En estos días, la capital de
Imbabura conmemora los 145 años del regreso de los ibarreños tras el terremoto
de 1868. Tuvieron que esperar cuatro años, en 1872 y en abril, para refundar la
ciudad porque en aquella época operaba el olvido hacia las provincias. La
fiesta se llama El Retorno y es una algarabía de música, pero también de una
llamativa representación con teatro en vivo, además de propuestas artísticas en
el Centro Cultural El Cuartel.
Sin embargo, en lo
histórico, hay muchos elementos que configuran esos sucesos, como la Esquina
del Coco, un ícono de finales del siglo XIX. Ahora en las calles Sucre y Oviedo
ostenta una pequeña plazoleta, que incluye una escultura del entonces
presidente Gabriel García Moreno, artífice de la reconstrucción de la urbe. En
sus labradas bancas, los turistas pueden apreciar uno de los emblemas de la
ciudad en forma de palmera.
Los hechos acontecieron de
esta manera. Es el 15 de agosto de 1868, día de fiesta. En Ibarra se realiza
una celebración religiosa que deriva en una algarabía de danzantes, saraos,
pólvora y polleras al aire. A la una y cuarto de la madrugada, del domingo 16
de agosto, se escucha el tremolar de la tierra. En tres segundos, según
refieren los cronistas, la bellísima Villa, como la conocían en la Colonia, es
arrasada por uno de los terremotos más violentos de que se tenga noticia.
Fernando Pérez, jefe
político de Ibarra, en comunicación al Gobierno, con fecha de 1 de octubre de
1868, daba los siguientes datos: de los 7.200 habitantes de la ciudad han
fallecido 4.458, están heridos 2.289 y quedan ilesos solamente 553. Se sabe que
cerca de 550 personas se refugiaron en Santa María de la Esperanza, donde
aguardaron durante cuatro largos años para reconstruir la urbe. En la provincia
perecieron más de 20.000 personas, aproximadamente.
La ciudad, tras el sismo,
quedó devastada. La hermosísima iglesia barroca de los jesuitas, La Compañía,
fue afectada. Los tejados estaban enterrados. Sin embargo, una palmera -como si
fuera el sobreviviente de un naufragio- permanecía airosa en medio del polvo.
Desde allí se trazaron los cordeles para la nueva urbe. Fue el ingeniero Arturo
Rodgers, con la dirección de Luis Felipe Lara y algunos entusiastas jóvenes
ibarreños enviados a Quito durante 30 días para aprender de topografía, quienes
trazaron la nueva ciudad. César y Luis Lara, Rodolfo y Carlos Monge, Alejandro
Pérez, Moisés Almeida y Miguel Herrería recibieron lecciones del ingeniero
francés Adolfo Géhin.
El cocotero (Cocos nucifera)
es una especie de palmera de la familia Arecaceae. Aunque puede crecer hasta
unos 30 metros, los cocoteros en Ibarra -de los cuales hay muchos- tienen sus
cocos más pequeños, debido al clima. En tiempos pasados, los niños jugaban con
ellos y, en algún momento, fueron hasta moneda: cale con coco. El coco
histórico ahora tiene incluso un geranio y una malva. Las palmeras de Ibarra
les recuerdan a sus ciudadanos su destino de mar, y la ruta a San Lorenzo,
objeto de la fundación en 1606. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/la-esquina-del-coco-en-ibarra
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