En la época colonial, un cura de Ibarra se quejaba de las
prácticas demoníacas de los negros. Habían llegado traídos como esclavos por
los jesuitas que, como refiere Federico González Suárez, traficaban hasta
trago. Los 1.760 esclavos trabajaban en los trapiches y eran parte de las 131
haciendas que los clérigos tenían antes de su expulsión a finales del siglo
XVIII.
Los mandingas estaban en la mira. No eran otros que los
brujos negros que continuaban sus prácticas ancestrales traídas de África,
especialmente con el sacrificio de chivos. Sus ritos no tenían nada de satánicos,
porque sus deidades no se parecían en nada a esos diablos con cola y olor
azufre, que llegaron subidos en las carabelas. Las prácticas de los brujos
causaban estragos en los vientres que se hinchaban, como en el capataz de
Cuajará. “Cosas del demonio contra la buena fe”, escribía el cura Urrantia,
mientras enviaba esas palabras de denuncia que iban entre las otras misivas que
hablaban de los milagros de la Virgen de la Caridad.
Los diablos y sus mandingas eran una suerte de energías.
Y, claro, había que esconderlos porque los curas doctrineros andaban sueltos
destruyendo también los ídolos de los indígenas, en lo que se llamó la
extirpación de idolatrías (uno de los capítulos más vergonzantes de la
humanidad). Para entender esto, para el mundo católico, es como si tras una
invasión de una fuerza enemiga, los conquistadores cercenaran a la Virgen del
Quinche.
Pero los negros fueron astutos. A lo largo de América
Latina, donde fueron traídos con cadenas, sus dioses sobrevivieron. Eduardo
Galeano lo explica:
“Oxalá, a la vez hombre y mujer, se disfrazará de San
Jerónimo y Santa Bárbara. Obatalá será Jesucristo; y Oshún, espíritu de la
sensualidad y las aguas frescas, se convertirá en la Virgen de La Candelaria,
La Concepción, La Caridad o los Placeres... Por detrás de San Jorge, San
Antonio o San Miguel, asomarán los hierros de Ogum, dios de la guerra; y dentro
de San Lázaro cantará Babalú. Los truenos y los fuegos del temible Shangó
transfigurarán a San Juan Bautista y a Santa Bárbara. En otras tierras, los dioses
tendrán dos caras, la Vida y la Muerte, y hasta dos cabezas, Dios y el Diablo,
para ofrecer a sus fieles consuelo y venganza...”.
Pero también sus mitos se escondían en los instrumentos,
como la bomba. Para los africanos, los tambores crearon el mundo y sus cuatro
elementos: la piel mojada, corresponde al agua; puesta a secar, el fuego; su
caja hecha de madera, la tierra; y cuando se escucha el tronar de los tambores
es cuando llega el aire.
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/la-diosa-oshun-anda-por-ibarra
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