Cristóbal Ojeda Dávila fue el adalid de la transformación del pasillo en
canción romántica, intimista e intelectual; él fijó el tempo lento acorde al
mensaje del texto romántico, dándole al pasillo un carácter ‘nacional’, símbolo
cultural que unificó las regiones de la Costa y la Sierra. A la vez, con sus
composiciones aportó a la “universalización” del pasillo para que sea valorado
fuera del territorio nacional, gracias a que le quitó aspectos de la localidad
regional pero sin borrar la huella de lo nacional, dice Manuel Espinosa Apolo,
en la investigación para su declaratoria como Patrimonio Inmaterial del
Ecuador, base de este texto.
A partir de las décadas de 1930 y 1940, las primeras emisoras del
Ecuador jugaron un rol crucial en la difusión del pasillo y otros ritmos de la
llamada ‘Música Nacional’. En dicha época y de manera frecuente, las emisoras
contrataban artistas para realizar programas en vivo o realizaban concursos
para encontrar nuevos exponentes de la música ecuatoriana, de ahí que en las radiodifusoras
pioneras del país como: El Prado de Riobamba (1930), HCJB La Voz de los Andes
(1931), HCK (1932), Radio El Palomar (1934), Radio Bolívar (1936) o Radio Quito
(1940), nacieron artísticamente algunos de los grandes intérpretes del pasillo
como las Hermanas Mendoza Suasti, la Orquesta de Luis Aníbal Granja, Rafael y
José Jervis, etc.
Aquellos programas fueron los más escuchados por entonces, razón por la
cual, las emisoras radiales crearon una audiencia para el pasillo; radioyentes
que en gran parte pertenecían a las capas medias prósperas y en proceso de
ascenso social: artesanos dueños de taller, empleados públicos, estudiantes,
pequeños comerciantes, etc. Sujetos que estaban en capacidad de comprar por
entonces un radio, cuyo precio era significativo.
Gracias a la industria discográfica que empezó a grabar pasillos y, más
tarde, debido al auge la banda corta y la labor de las radiodifusoras pioneras,
el pasillo ecuatoriano se difundió ampliamente por Latinoamérica.
Entre 1915 y 1935, en La Habana, Sao Paulo y Nueva York los
grandes intérpretes de la época como Conchita Piquer, Pilar Arcos, Margarita
Cueto, José Mujica, Juan Arvizu, Tito Guizar, José Moriche y Guty Cárdenas,
grabaron pasillos, compuestos por músicos ecuatorianos como Francisco Paredes
Herrera, José Ignacio Canelos, Nicasio Safadi, Víctor Valencia, etc.
A partir de estas constataciones, el gran coleccionista de pasillos
ecuatorianos Alejandro Pro Meneses consideraba que el pasillo llegó a ser la
canción de América Latina, superado más tarde por el tango argentino, la
ranchera y el bolero mexicano, debido al desarrollo de la industria
cinematográfica y el deslumbramiento de figuras como Carlos Gardel, Pedro
Infante o Jorge Negrete.
Sin duda, el desarrollo del cine permitió que Argentina y México
difundieran con éxito arrollador sus géneros musicales. Como siempre, nos faltó
creer en nuestros músicos y apostar por su difusión. Casi como ahora con la
música independiente. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/al-pasillo-le-falto-cinematografia
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