Imaginamos
a Agustín Cueva caminando por las calles de ese París donde Oliveira
esperaba a la Maga. Su hijo Marcos, gentilmente desde México, nos envía
una fotografía donde se lo mira sentado frente al
Sena, con corbata delgada y barba hirsuta de joven rebelde del mayo del
68. El año anterior había escrito “Entre la ira y la esperanza” y esa
frase lapidaria: “Desde su edad de piedra, la Colonia nos persigue. Mata
todo afán creador, innovador; nos esteriliza. Hay, por lo tanto, que
destruirla”.
Como
Barthes, pensamos en esa imagen que ya no es, pero que de cierta manera
está allí para recordarnos que había un tiempo que se escribía en las
paredes: “La imaginación al poder”, y 25 años después en Quito: “La
sociedad construye abismos y hay niños en las calles vendiéndolos”.
20
años han pasado en que se puso la moneda en la boca del muerto, en el
figurado rito griego para pagar al barquero de la laguna Estigia, pero
mientras algunos recuerdan eufóricamente a un descontextualizado
Montalvo, el país aún precisa del pensamiento de Cueva, quien analizó
cómo el lenguaje no solo sirve para comunicar sino para “sacralizar” la
realidad mediante el ritual de la palabra, del arte y de los
comportamientos cotidianos, como se lee en el prólogo de Fernando
Tinajero, en el libro editado por Ministerio de Coordinación de la
Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados, a propósito del
seminario organizado por las universidades Andina Simón Bolívar,
Central y Técnica del Norte.
Es
fundamental esa cita de la palabra, porque Tinajero dice que es una
temprana percepción de Cueva al concepto de ethos barroco que fue
propuesto mucho después por Bolívar Echeverría, así como la categoría de
“blanqueamiento”, pero por suerte -en estos tiempos- no estamos para
discutir, como sí le tocó a la izquierda, entre una mirada u otra del
velasquismo. Ya no estamos en los tiempos del Café 77 ni los poemas
“tiernos” de los tzántzicos, peor de las acusaciones de “disidentes” a
estos dos
intelectuales comprometidos con aportar con rigurosidad y creatividad
“ese proyecto inacabado” que supone las teorías de Marx.
Hay
que pensar en Cueva: “La cultura no podrá totalizarse mientras la
totalidad del pueblo no se haya adueñado de la totalidad de su
historia”. Nos enseñó que era posible entender un país desde la
literatura, que los inquisidores de la Colonia, acaso diría, siguen aún
calentando sus posaderas en los nuevos púlpitos de la “caja boba”. A
pocos días de su muerte alguien escribió: “Retomaremos la ira hasta
volverla esperanza”…
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domingo, 6 de mayo de 2012
Agustín Cueva pasea con la Maga
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