Penélope
espera a su compañero Odiseo, que ha partido a la guerra de Troya. Las malas
lenguas dicen que ha muerto, pero ella aguarda y hace un pacto con los
pretendientes que asolan el palacio. Se casará con alguno cuando termine el
sudario que teje para Laertes, el padre del navegante que no escuchó a las
sirenas. Una criada descubre que la mujer desteje por las noches la intrincada
tela que podría ser las escenas de la propia batalla.
Así,
desde Tucídides, han sido los hombres con sus crueles juegos de guerra quienes
han escrito la historia desde los tiempos que se configuró el patriarcado, que descendió
con su carga machista, religiosa intolerante y de supremacía étnica, con menos
melanina.
¿Qué
destejen ahora las nuevas penélopes? Esa es la pregunta que puede hacerse un
espectador ante la muestra Destejer la
historia. Los hilos de la memoria, en el Centro de Arte Contemporáneo, de
Quito. Leyla Dunia, la curadora, dice que la muestra busca destejer el discurso
histórico actual donde las mujeres están invisibilizadas y volver a entrelazar
relatos olvidados.
Hay
que ser irreverentes, para subvertir un orden: están los corazones que pasan
otra vez, las campanas del mar, los trajes olvidados, las punzadas lacerantes,
los signos de la fatalidad, los hilos encarnados, los bordados comunitarios y
sus muchas manos, en la puntada subversiva de Aracne.
Tienen
que dejar el canon y proponer nuevos lenguajes. Y eso lo hacen, en cada
propuesta de un arte contemporáneo que no apela a la sorpresa sino a un
pronunciamiento político desde el tejido. ¿Cómo no tomar una postura en un
mundo donde las mujeres son ninguneadas? Tania Lombeida investigó. La Casa de
la Cultura, Núcleo Pichincha, tiene 1.500 obras, de las cuales solo el 1% son
de mujeres.
Así,
junto a Ibeth Lara y Pamela Pazmiño formaron La Emancipada. Ojalá la muestra recorra este país donde cada 3 días
hay un femicidio, mientras en la TV pasan las reinas coronadas.
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