domingo, 25 de noviembre de 2018

Chiga crea a los animales, 2018/11/08


El país aún no conoce la Amazonía. Configuramos al Oriente, desde el siglo XIX, como un lugar inhóspito. Después, colonos y petróleo. En estos días turismo, pero sin anclar una relación de respeto con los pueblos ancestrales. Olvidamos que sus pueblos tienen una mitología deslumbrante, como esta que comparto que pertenece a los cofanes, publicada en un libro llamado Los dioses mágicos del Amazonas, del autor de estas líneas.

Al principio no había animales. Solo Chiga habitaba el mundo. El dios de los cofanes miraba plácido caer las tardes sobre la selva y era él quien haría nacer a los humanos. Un hombre solía pintarse la cara con los rasgos del tigre. Chiga salió del monte y lo encontró y el cofán pintado tuvo miedo, como si las manchas que tenía en la cara no fueran suficientes para sostener su coraje.

¿Tú vienes para ser tigre?, le dijo Chiga y allí mismo al hombre le crecieron las garras y las huellas en su rostro fueron verdaderas. Después, unos rugidos largos despertaron a la selva. Fue en esos días que Chiga hizo nacer al tucán. Era también una persona que tenía un collar blanco y más abajo uno rojo.

Usted nacerá secu, le profirió Chiga y fue así que al hombre le nacieron plumas y se fue volando. Un poco más distante había un cofán que hablaba a gritos. Chiga regresó a mirar y le dijo: Usted grita como guacamayo, exclamó, y esa persona sintió que un pico le brotaba y que sus chillidos se volvían más agudos. Era como si la palabra de Chiga fuera el pregón de las transformaciones, como si el hecho de nombrar fuera el preludio de las creaciones.

Y fue así que Chiga de un collar en forma de cruz hizo nacer al caimán. También a betta, como se le conoce al oso hormiguero. Y esto sucedió porque un día Chiga encontró en la selva a una persona que entre más dormía más le agradaba. Chiga lo miró colgado en un árbol y le dijo: Usted parece oso hormiguero. Después de la siesta, el hombre tenía tanta pereza que ni se preocupó que ahora sus manos eran garras encaramadas a los árboles que un día también habían nacido de Chiga.




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