domingo, 25 de noviembre de 2018

Montañas: los primeros dioses, 2018/11/01


Todos los pueblos del mundo tienen sus cosmogonías para dar respuestas sobre sus orígenes, ante los primeros tiempos del caos. Así, los griegos tenían el mítico Olimpo, la morada de los dioses presidida por Zeus. Después con la llegada de las religiones, el génesis se vinculó a su geografía. Por eso, las religiones más importantes -judaísmo, cristianismo o  islamismo- conservan esa relación con su entorno: el desierto. Además, Akenatón era el hijo del sol.

Para el caso de los caranquis -señorío étnico que floreció del 1250 al 1500 de nuestra era y constructor de 5.000 tolas en la actual provincia de Imbabura- sus mitos hablan de las montañas porque la región está atravesada por dos cordilleras, a diferencia de los incas que tenían como deidad al sol. Lo propio ocurre en el centro del país con las deidades de la Mama Tungurahua y el Taita Chimborazo. Los cerros son vistos como protectores y dadores de agua, de allí que las lagunas (cochas), vertientes (pogyos), cascadas (pacchas), ríos (hatun yacus), se conviertan también en elementos simbólicos.

Para Marcelo Naranjo, los elementos naturales no son puro paisaje estático, sino que, al igual que los humanos toman decisiones para bien o para mal. El cerro Imbabura, entonces, está en la vida de la provincia con una presencia más que física, es el Taita, es viejo sabio y respetable, a quien enojan los mortales perezosos.

El cerro Taita Imbabura tiene amores no exentos de peleas con su vecina, el volcán Cotacachi; estos dos cerros funcionan como pareja en las terapias de los curanderos locales, y en las invocaciones de que son objeto, señala Chantal Caillavet.

Sofía Buitrón, en su tesis sobre la geografía sagrada de Angochagua, refiere: “Los cerros en estas sociedades fueron considerados como huacas sagradas; se le dice cariñosamente Taita, son como el alma del cerro, por tanto, son huacas; además, sabemos que practicaban muchas reverencias a las lagunas, por lo que ambos elementos geográficos -cerros y lagos- son esenciales en la cosmogonía de los habitantes de aquella parte de los Andes”


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