La primera pregunta
planteada sobre el pasillo es sobre sus orígenes, a propósito de su reciente
celebración en homenaje al día del nacimiento de Julio Jaramillo, que cada día
canta mejor.
Mucho se ha discutido la
paternidad del pasillo, a veces visto como una reivindicación del sentido de
patria, pero es indiscutible que este género musical es producto, como todas
las músicas, de profundas influencias. La investigación lo sitúa en el último
cuarto del siglo XIX, en la época de Ignacio de Veintimilla, exactamente en
1877, procedente de Colombia, lo que no quiere decir que en el país tuviera sus
características propias, como es el caso de Aparicio Córdova, quien compuso el
pasillo ‘Los bandidos’.
En la consultoría
‘Validación del pasillo como Patrimonio Cultural de Ecuador’, de 2012, aparece
también el tema de su etimología. Octavio Marulanda cree que es una derivación
de la palabra española ‘paseíllo’, que designa un aire festivo popular. Es
decir no sería una consecuencia, como se creía, del diminutivo de la palabra
‘paso’, por ‘pasito’, sino más bien de ‘paseo’. El término ‘pasillo’ está
vinculado a las representaciones dancísticas relacionadas con la tauromaquia.
De hecho, se sabe que en los siglos XVIII y XIX eran frecuentes las danzas que
rememoraban las corridas de toros, como es el caso del ‘toro rabón’.
Un momento importante del
pasillo es su ‘ecuatorianización’, después de la creación de pasillos
bailables, cuando interrumpe la guitarra y permite la creación del llamado
pasillo canción, donde se traspasaron las pautas de acompañamiento, permitiendo
el denominado ‘sentimiento pasillero’. En este punto, es vital lo que se conoce
como la ‘yaravización’ del pasillo, es decir la influencia y sincretismo
musical desde el mundo andino, con la ‘pentafonización’ de su melodía y, en
seguida, el protagonismo del texto poético que, sin lugar a dudas, hacen que el
pasillo tenga una marca de Ecuador.
No hay que olvidar que todos
estos procesos surgieron en medio de disputas que buscaban dotar al país de
unas melodías que permitieran la construcción del sentido de nación. Pero como
toda música, el pasillo también hizo su entrada a los sitios de bohemia y desde
allí, la investigación alude a la urbanidad, a sus frustraciones y conflictos,
en la primera mitad del siglo XX.
El género es, además,
mestizo, porque en su naturaleza musical es visible la concurrencia de
tradiciones musicales mediterráneas y andinas. Los hitos importantes, del
pasado siglo, serían la industria fonográfica y la reactivación nacionalista, a
propósito del conflicto con Perú de 1941.
Si me dieran a elegir tres
pasillos serían ‘Invernal’, de José María Egas y música de Nicasio Safadi; y de
los contemporáneos, ‘El espantapájaros’, del maestro Gerardo Guevara,
instrumental. Además de las versiones de María Tejada quien, junto a Donald
Régnier, tiene una de las claves del futuro de esta música (disponibles en
YouTube, donde se puede consultar: ‘Pasillo ecuatoriano, música del mundo’). El
tercero aún espera por la inspiración de Daniel Mancero. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL
TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/maria-tejada-y-el-pasillo
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