“Queridos viejos: Otra vez
siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi
adarga al brazo”, escribía en la carta de despedida a sus padres, el 1 de abril
de 1965, Ernesto ‘Che’ Guevara, y recalcaba el hijo pródigo, como se nombraba:
“Acuérdense de vez en cuando de este pequeño condottieri del siglo XX” (la
palabra en italiano refiere a los condotieros, mercenarios medievales, que
consideraban a la guerra como un arte).
El propósito de Cervantes al
escribir sobre el Caballero de la Triste Figura era una crítica a las novelas
de caballería, ahora podemos constatar -también por la guerra de las imágenes
siguiendo a Serge Gruzinsnski- que el ‘guerrillero heroico’ puede servir para
muchos fines, como la famosa fotografía del ‘Che’, tomada y liberada por
Alberto Korda, que ha sufrido un vaciamiento de su contenido, asimilada por la
cultura de masas que la exhibe en camisetas. “Yo también tengo un afiche de
ustedes. F. ‘Che’ Guevara”, se leía en un grafiti.
Una mezcla de héroe
romántico o Quijote, de paladín para quienes se han apropiado de su imagen o
simplemente de souvenir, porque siempre existirán lecturas de sus proezas o
vilezas, desde el lugar del río donde miremos su figura. “En los dos últimos
años de su vida, Ernesto Guevara personificaba al revolucionario desolado, el
‘perdedor radical’ de que hablara Hans Magnus Enzensberger: el soldado que va a
la batalla sospechándola perdida de antemano”, escribe Rafael Rojas, en El
País. Y, claro, era más que eso porque quedan pendientes sus disputas con la
línea prosoviética en Cuba que, a la postre, lo llevaron a las ‘aventuras’ en
el Congo y Bolivia.
Bolívar Echeverría escribió
en 1967 sobre el ‘Che’ y la construcción del ‘hombre nuevo’: “La rebeldía, el
romanticismo (en un sentido estricto, no en el de una novela banal) y la
aventura -el pecado original, según la opinión de los pseudocomunistas- que
caracterizan su juventud fueron resultado de una proletarización ética”.
Tras 50 años, los símbolos
entrecruzan personajes. Así, en la obra de teatro Ladran Che, de Carlos Alsina,
de influencia cervantina, el uno va por los caminos de La Mancha (con lanza,
escudo y yelmo) y Rocinante, el otro lo sigue por la selva (con una
mochila-botiquín) y una motocicleta, en su primer viaje, para buscar “una esperanza
que nunca acaba, un medio para ponerse a salvo del olvido”.
Ernesto Sabato, siguiendo la
carta a sus padres de tono medio en broma, habla sobre su ideal escondido: Don
Quijote: “El hombre puro de corazón, lanza en ristre y coraje invencible, no
solo para enfrentar a la mediocridad de los acomodados y razonables, pronto a
luchar en medio de risotadas por los desamparados, por los humillados y
ofendidos.
El ideal de un caballero
español, encarnado ahora en un hombre que antes que nada era eso: un hidalgo
pobre de una raza inmortal, un joven, enfermo y generoso hidalgo dispuesto a
enfrentar a los poderosos y mezquinos”. Hay un hombre que nos mira desde la
selva, escribió Julio Cortázar. El ‘Che’, acaso, ya no sea el que andaba por
las calles populosas, como Don Quijote ya no combate con Amadís de Gaula. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/la-ultima-carta-del-che
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