Ibarra
está próxima a cumplir, el 28 de septiembre, 408 años de fundación, aunque
algunos -anclados a la temible colonia- sigan pensando en la hidalga Villa
española construida para uso exclusivo de los blancos. Eso porque la urbe es
también conocida como Ciudad Blanca. ¿De dónde viene el nombre?
Primero.
Ibarra fue fundada como un hecho comercial, en 1606. Los criollos quiteños,
dueños de obrajes y encomiendas, requerían un comercio más amplio en la ruta
Bogotá-Popayán-Quito, y pensaron que lo mejor era abrir una vía hacia el océano
Pacífico. En esta circunstancia, por pedido del presidente Miguel de Ibarra,
llegó el capitán y encomendero Cristóbal de Troya y Pinque, un quiteño criollo
quien había participado en la revuelta de las Alcabalas. De hecho, al año
siguiente emprendió el viaje hasta San Lorenzo, pero los sucesivos gobiernos
-bajo la presión de los comerciantes guayaquileños- impidieron tener la vía al
mar, que se terminó 400 años después, pero sin puerto.
Segundo.
La ciudad, al encontrarse a 2.004 msnm, tenía un clima insalubre, lleno de
zancudos portadores de paludismo. Por este motivo, en el siglo XVIII, los
agustinos propusieron desecar la laguna de Yahuarcocha, donde estaban instalados
los mosquitos, para sembrar caña. La idea, por suerte, no prosperó. Había que
encontrar una solución higiénica, así que las casas -como hasta ahora ocurre
con los árboles del parque- fueron pintadas con cal de Santo Domingo, como un
método de asepsia. Fue el Dr. Jaime Rivadeneira, en la primera mitad del siglo
XX -junto con su equipo-, quien erradicó el paludismo de Ibarra.
Otro
dato: Los ancestros ibarreños eran conocidos como patojos, debido a la cantidad
de niguas que existían, debido a los corrales de cerdos. Y el color blanco
también está presente en ciudades como Arequipa, en Perú; y Popayán, en
Colombia.
Tercero.
Una versión, desde la literatura, la trae Roberto Morales cuando afirma que fue
a partir del texto de Gonzalo Zaldumbide, en su novela de 1909 Égloga trágica,
donde por primera ocasión se señala a la urbe como la Ciudad Blanca. Por eso
resultan por lo demás extrañas aquellas versiones que hablan de que los
españoles vinieron a fundar la villa porque querían que la ciudad fuera de los
blancos, para separarse de los indios, como aún señalan quienes creen que la
historia comienza desde una fundación. Se olvidan, acaso, de que la tierra
donde se fundó la villa pertenecía al antiguo señorío étnico de los caranquis,
quienes florecieron del 500 al 1500 de nuestra era.
Esto a propósito también del cambio de nombre del
nuevo parque de Ibarra, construido en el antiguo aeropuerto. La anterior
administración, famosa por gastarse la plata en vallenatos, eligió un pomposo
nombre, por decir lo menos: Parque Céntrica Boulevar, y dejó un bosque de
postes y focos (además de inundar la ciudad de semáforos). Ahora está mejor:
Parque Ciudad Blanca, aunque falta volver a la tradición, en su centro
histórico republicano, de pintar las casas del color de las nubes.
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