jueves, 3 de enero de 2019

La peor promesa de 2019, 2019/01/03


La semana pasada, urgido por prometer algo para este nuevo año (¡Ay, ya llegó!) escribí una perorata sobre la utopía de volver a mirar a la luna. Cité a Byung-Chul Han, sobre la sociedad del cansancio; Michel de Certeau, para desconectarnos del mundo; Lin Yutang para recordarnos que nos perdemos atardeceres; hasta Séneca apareció con su frase que puede ser actual: “No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho”.

Olvidé las enseñanzas de mi padre César, asiduo seguidor de Marshall McLuhan, quien en la década de los 70, del siglo pasado claro está, tomó la drástica decisión de que sus hijos crecieran sin televisión. Nuestra vida estuvo colmada de los libros de Julio Verne –Los quinientos  millones de la Begún, es el que más recuerdo, sobre el pacifismo y lo bélico- pero también de comics como Kalimán, radio teatro de Chucho El Roto a Diez negritos, ese prodigio de Agatha Christie.

No puedo dejar de mencionar, perdone el lector la infidencia pero sirve para el argumento, a mi abuelo Juan José, lector acérrimo del Quijote y de las Mil y una Noches. Él solo leía esos dos libros porque era más un contador oral. De mi madre Rosa, en cambio, estaban las enciclopedias interminables y misteriosas como si fueran parte del mejor cuento de todos los tiempos Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de Borges, donde inventa un país imaginario porque la percepción de las cosas es lo que perdura en el tiempo, mientras estas son percibidas.

Todo esto viene a cuento, tal es la palabra, porque he decidido –dispensas por el personalismo- desconectar la televisión como promesa de este nuevo año (por un tiempo, claro está). De 2018 solo me queda una película:  Loving Vincent, esa magia sobre el pintor Van Gogh.

Mañana llegan a desconectar Netflix. Ya no veré en señal abierta Caso Cerrado, donde hasta se pegan y peor los noticieros donde algunos gurús de la tragedia nos pintan este país y donde las noticias de las provincias solo aparecen cuando ruge un volcán o hay un terremoto. Sin televisión, ahora sí, podré mirar a la luna. De eso escribiré la próxima semana, con más tiempo.


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