viernes, 25 de enero de 2019

En las garras de WhatsApp, 2019/01/17



Hará un mes -debo admitirlo- entré en el vértigo de los estados de WhatsApp. Allí los mirones nos  enteramos de todo: farras con mariachis y chaulafán que no invitan, turismo a las islas con bronceado incluido (los viajeros internacionales suelen poner la foto del boleto de embarque, para nuestra envidia), comilonas, pensamientos que harían sonrosar a Paulo Coelho: “Hay dos palabras que le abrirán muchas puertas: tire y empuje”, fotografías de los niños a punto de dormir, perros y gatos en sus normales travesuras, memes de Lourdes Tibán o Alvarito, venta de zapatos, últimamente saludos de los candidatos, antiguos amores en sus nuevos romances, parejas dichosas como nunca… Mi último estado promociona cactus, al fin son mis contactos.

Lo único bueno es que al cabo de 24 horas toda esa vorágine va al olvido, pero queda un frase real de Coelho: “Las vibraciones negativas atraen más vibraciones negativas”. Para paliar un poco esto, decidí el otro día colocar una contundente cita de Emil Cioran: “Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos”. Fue al cabo de 12 horas, si mal no recuerdo, que una amiga escribió -ahora ya no llaman- para preguntar si estaba deprimido, así que le puse una carita feliz.

Estas infidencias a propósito de una reseña del último libro de Byung-Chul Han, La expulsión de lo distinto, que habla sobre el exhibicionismo en las redes. “En vez de pasear tranquilamente, la gente se apremia de un acontecimiento a otro, de una información a otra, de una imagen a otra”. Es como si tuviéramos una ansia de mostrar lo que hacemos, los 15 minutos de fama que hablaba Andy Warhol. “Estamos en la red, pero no escuchamos al otro, solo hacemos ruido”, advierte Han, para señalar: “Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos”. Hay que leer nuevamente el mito de Narciso que no tenía WhatsApp.



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