Con las nuevas vías también se abre la posibilidad de que los viajeros
encuentren que el país es otro. Imaginamos, por ejemplo, la cantidad de pueblos
olvidados que, merced al tren de Alfaro, hallaron la posibilidad de un
esplendor inusitado, como Alausí o, por el contrario, con el cierre de las vías
férreas pasarán rápidamente al olvido, como sucedió con el pintoresco pueblo de
Estación Carchi.
Hace unos meses se inauguró una vía asfaltada que conduce a la parroquia
de Angochagua, en la ruta a Olmedo (otra de las posibilidades para llegar de
Cayambe hasta Ibarra). En medio de paisajes de encanto se puede llegar hasta
Zuleta, famosa por sus bordados, pero también de lugares cautivantes, como La
Rinconada.
¿Cuál es su historia? La parroquia de Angochagua tiene una vital
importancia porque, como ha sugerido el historiador Segundo Moreno Yánez en la
Nueva Historia de Ecuador, habría sido la capital del señorío étnico de los
caranquis, no solamente por contar con 148 tolas, de los cerca de 5.000
montículos que se levantaron en el amplio territorio que comprende casi la
totalidad de la provincia de Imbabura y parte de Pichincha, sino porque aún
esta historia debería configurar otras visiones sobre el pasado de esta
población. Las tolas se encuentran en la actualidad dentro del perímetro de la
hacienda Zuleta.
Según Santiago Ontaneda, “los montículos artificiales son uno de los
rasgos más sobresalientes, son estos monumentos de tierra conocidos localmente
con el nombre de tolas. La realidad arqueológica permite hablar básicamente de
tres clases de tolas: a) tolas cuadrangulares o en forma de pirámide truncada,
las cuales tienen generalmente una rampa de acceso; cuando su concentración es
alta se considera que servían como templos o adoratorios, mientras que cuando
su concentración era baja han sido catalogadas como centros políticos; b)
pequeñas tolas hemisféricas construidas como monumentos funerarios, pues cubren
un pozo sepulcral excavado a partir del suelo natural; y c) grandes tolas
hemisféricas construidas para edificar viviendas en su superficie”.
Waldemar Espinosa Soriano refiere que “es bastante palpable cómo en el
nombre de sus mandatarios siempre empleaban como distintivo de clase y linaje
la palabra ango entre los carangues y puento entre los cayambes, tan igual como
las autoridades puruháes cuando usaban los terminativos cela y lema. Tales
voces tenían su propia significación: reyes o jefes máximos”.
Según Otto von Buchwald, ango deriva de aco y ago, porque la n es solo
un ligero aditamento nasal. En quechua, anco y ango es soya de cuero, y angani
dar cuerazos o azotar. Por consiguiente, ango es el que castiga, el que hace
justicia, es decir el primer jefe o capaccuraca o rey. Muchos años más tarde,
dichos angos se encontraron con la aristocracia imperial de los incas, con el
objeto de obtener ventajas en la sociedad colonial. Ango es todavía una
quechuización usada en el departamento de Nariño: significa nervio, tendón, vena,
músculo, carne de res. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/angochagua-historias-minimas
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