Antes de que feneciera 2016 -en medio
del barullo- llegó la noticia de la muerte de Eliseo Subiela, el cineasta
argentino de películas fundamentales como la corrosiva Hombre mirando el
sudeste o la aclamada El lado oscuro del corazón, con la interpretación de
Darío Grandinetti, Sandra Ballesteros, Nacha Guevara, André Mélançon y Jean
Pierre Reguerraz. Su estreno data de 1992, y está basada en la poética de
Oliverio Girondo, en menor medida de Mario Benedetti con parte de este texto:
“Tengo una soledad / tan concurrida / tan llena de nostalgias / y de rostros de
vos / de adioses hace tiempo y besos bienvenidos…”.
Está Costumbres, de Juan Gelman: “No
es para quedarnos en casa que hacemos una casa / no es para quedarnos en el
amor que amamos / y no morimos para morir / tenemos sed y / paciencias de
animal”. En la segunda parte de la película consta el siempre olvidado Vicente
Huidobro, que padeció una suerte de ostracismo por provenir de la clase alta de
Chile (sus parientes siguen siendo propietarios de viñedos) y escribir en
francés. Algo parecido le ocurrió en nuestro país a Gonzalo Escudero. “Este
durar en el aire / este finar en la tierra / la pubertad de los ángeles / la
vejez de las estrellas”.
Huidobro nos ha legado ese portento
que es Altazor, especialmente el canto II: “Te hallé como una lágrima en un
libro olvidado / Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho / Tu nombre
hecho del ruido de palomas que se vuela…”.
Sin embargo, es en la película de
Subiela donde la poesía de Girondo se muestra entera. La primera escena, que no
la contaré en detalle, es parte de un surrealismo trágico, como la vida del
personaje. Tengo próximo el libro de las memorias de Adolfo Bioy Casares y su
relación con Borges y donde -cómo no, en el ambiente porteño- se burlan de
buena gana de la poesía del autor de El Espantapájaros. Hombre de amplísima
cultura, más allá de estar en contacto con los autores más importantes de su
época, más allá del Atlántico, realizó su obra entre las vanguardias, pero
también en las rupturas, donde el trabajo con las palabras lo llevó a dotarles
de múltiples sentidos.
Subiela logró lo impensable: poner en
escena la poética en imágenes, como esta evocación, merced a Girondo: “Yo no
tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación
de personalidades. En mí, la personalidad es una especie de forunculosis
anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una
nueva personalidad…”.
Mas, como es la escena primera la más
punzante, como un homenaje la comparto: “No se me importa un pito que las
mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de
durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de
que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de
soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de
zanahorias; ¡pero eso sí! y en esto soy irreductible; no les perdono, bajo
ningún pretexto, que no sepan volar. ¡Si no saben volar pierden el tiempo las
que pretendan seducirme!”. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/el-lado-oscuro-del-corazon
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