Fernando Balseca
“Cuando se entienda
que la lectura es más importante que una carretera, este país será otro,
primero porque habrá mejores y debidas carreteras, luego porque nos daremos
cuenta del sacrificio que se hace para tenerlas, las cuidaremos y aprovecharemos
más, es decir, seremos mejores ciudadanos, las cosas volverán a tener un valor
de uso y no solo de cambio, de réditos políticos o de mercado”. Esta idea es de
Iván Égüez, uno de los escritores ecuatorianos más creativos –como lo prueba su
narrativa, desde La Linares hasta Malabares en su tinta–, que, además, lleva
varias décadas batallando para que se lea más y mejor.
.
El número 66 de la
revista Rocinante (abril de 2014) trae una reflexión firmada por Égüez, cuyo
título es una pregunta: “¿Es posible educarse en democracia sin aprender a
discernir?”. La respuesta es contundente: no, no es creíble que una ciudadanía
se esté formando en plenitud –como lo repite acríticamente la propaganda
gubernamental– sin pasos concretos y efectivos para desarrollar el pensamiento
crítico a través de la lectura permanente. Égüez reconoce los méritos del
Gobierno, por ejemplo, en la entrega gratuita de textos escolares y en la
reforma de la malla curricular para consolidar la lengua en la educación
básica.
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Pero también señala
yerros increíbles e inaceptables de esa gestión educativa y cultural: no se
promulga aún una ley de Cultura; no pasa nada con la vigente e inaplicable Ley
del Libro; no existe un manual para las entidades culturales que reciben fondos
públicos; ¡el Ecuador no tiene una Biblioteca Nacional como institución!; la
Casa de la Cultura recibe dinero únicamente para sueldos y su rubro para
inversión es cero; el Ministerio de Cultura desperdicia el 70% de sus recursos
para inversión cultural. Esto no favorece un cambio de mentalidad, tan o más
necesario que el de la matriz productiva.
“El gobierno de la
Revolución Ciudadana ha sido el que mayores recursos ha asignado para la
cultura y el que menos logros puede exhibir en ese campo o, al menos, en el del
libro y la lectura”, afirma Égüez, autorizado por ser un protagonista dinámico
de la escena cultural ecuatoriana y latinoamericana. Por eso cuestiona los
postulados de la economía del conocimiento, que haría de las personas entes
subsidiarios de los procesos productivos que, sin hábitos de lectura, no podrán
discernir ni en qué mundo viven. Lo absurdo, en el fondo, es que quien
“promueve el no leer” es el sistema educativo.
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Según Égüez,
Ecuador es el único país iberoamericano que no tiene un Plan Nacional de Lectura,
que es una estrategia más de desarrollo, y que debe ser asumido, entre otros,
por el Estado, los medios de comunicación, los organismos seccionales, el
sector editorial, las bibliotecas, los clubes de lectura… Égüez subraya que
leer es una acción que nos aparta del statu quo y de la rutina, nos brinda un
espacio de espiritualidad laica en un mundo deshumanizado, y puede volvernos
personas solidarias y más libres. Entonces, ¿lectura y/o carreteras?
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