sábado, 3 de mayo de 2014

La lectura es más importante que una carretera



Fernando Balseca

“Cuando se entienda que la lectura es más importante que una carretera, este país será otro, primero porque habrá mejores y debidas carreteras, luego porque nos daremos cuenta del sacrificio que se hace para tenerlas, las cuidaremos y aprovecharemos más, es decir, seremos mejores ciudadanos, las cosas volverán a tener un valor de uso y no solo de cambio, de réditos políticos o de mercado”. Esta idea es de Iván Égüez, uno de los escritores ecuatorianos más creativos –como lo prueba su narrativa, desde La Linares hasta Malabares en su tinta–, que, además, lleva varias décadas batallando para que se lea más y mejor.
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El número 66 de la revista Rocinante (abril de 2014) trae una reflexión firmada por Égüez, cuyo título es una pregunta: “¿Es posible educarse en democracia sin aprender a discernir?”. La respuesta es contundente: no, no es creíble que una ciudadanía se esté formando en plenitud –como lo repite acríticamente la propaganda gubernamental– sin pasos concretos y efectivos para desarrollar el pensamiento crítico a través de la lectura permanente. Égüez reconoce los méritos del Gobierno, por ejemplo, en la entrega gratuita de textos escolares y en la reforma de la malla curricular para consolidar la lengua en la educación básica.
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Pero también señala yerros increíbles e inaceptables de esa gestión educativa y cultural: no se promulga aún una ley de Cultura; no pasa nada con la vigente e inaplicable Ley del Libro; no existe un manual para las entidades culturales que reciben fondos públicos; ¡el Ecuador no tiene una Biblioteca Nacional como institución!; la Casa de la Cultura recibe dinero únicamente para sueldos y su rubro para inversión es cero; el Ministerio de Cultura desperdicia el 70% de sus recursos para inversión cultural. Esto no favorece un cambio de mentalidad, tan o más necesario que el de la matriz productiva.
“El gobierno de la Revolución Ciudadana ha sido el que mayores recursos ha asignado para la cultura y el que menos logros puede exhibir en ese campo o, al menos, en el del libro y la lectura”, afirma Égüez, autorizado por ser un protagonista dinámico de la escena cultural ecuatoriana y latinoamericana. Por eso cuestiona los postulados de la economía del conocimiento, que haría de las personas entes subsidiarios de los procesos productivos que, sin hábitos de lectura, no podrán discernir ni en qué mundo viven. Lo absurdo, en el fondo, es que quien “promueve el no leer” es el sistema educativo.
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Según Égüez, Ecuador es el único país iberoamericano que no tiene un Plan Nacional de Lectura, que es una estrategia más de desarrollo, y que debe ser asumido, entre otros, por el Estado, los medios de comunicación, los organismos seccionales, el sector editorial, las bibliotecas, los clubes de lectura… Égüez subraya que leer es una acción que nos aparta del statu quo y de la rutina, nos brinda un espacio de espiritualidad laica en un mundo deshumanizado, y puede volvernos personas solidarias y más libres. Entonces, ¿lectura y/o carreteras?

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