Uno
de los momentos vitales de la fiesta del
Solsticio, en estos días, es en torno al agua. Los indígenas,
especialmente de Peguche, acuden a la mítica cascada para renovar sus
energías, para la nueva cosecha que se avecina.
El
agua es un elemento de purificación de la tierra, de los objetos y de
las personas. El agua nutre y da vigor al espíritu de la vida. Mircea
Eliade, al tratar de la estructura del simbolismo acuático refiere:
“Antes de hablar de la Tierra nos es preciso presentar las valoraciones
religiosas de las aguas, y esto por dos razones: 1) Las aguas existían
antes que la Tierra (como dice el Génesis, ‘las tinieblas cubrían la
superficie del abismo y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas’);
2) Analizando los valores religiosos de las aguas, se aprehende mejor
la estructura y la función del simbolismo. Pues el simbolismo desempeña
un papel considerable en la vida religiosa de la humanidad; gracias a
los símbolos, el mundo se hace ‘transparente’, susceptible de ‘mostrar’
las transcendencias”.
En
su investigación, Hernán Jaramillo Cisneros dice: “La fiesta de San
Juan siempre despertó el interés de los viajeros. Friedrich Hassaurek,
diplomático norteamericano que permaneció en el Ecuador entre 1861 y
1865, asistió en Cayambe a lo que llamó ‘baile de los San Juanes’, lo
cual describe en sus memorias. Él vio a 24 bailarines, de los cuales
doce iban vestidos de mujeres. Los que actuaban verdaderamente como
hombres ‘llevaban gorritos con lentejuelas y plumas de muchos colores,
chaquetas de seda, chales o pañuelos de seda sobre los hombros, y
pantalones blancos y limpios’.
Los
que iban
vestidos de mujer ‘llevaban pequeños sombreros negros de fieltro,
adornados con ondeantes plumas y con pequeños velos en los bordes.
También llevaban trenzas de pelo postizas. Sus trajes eran blancos y
limpios, y sobre los hombros tenían pequeños chales de seda de alegres
colores’”.
De
la década de 1940 es Aníbal Buitrón, quien proporciona los datos más
relevantes del festejo: “Durante tres días, los indios celebran su
fiesta en la pequeña plaza de San Juan en las afueras de Otavalo.
Círculos de danzantes se mueven
alrededor de la plaza bailando y bailando.
El
aire se llena con sus cantos, con la música de sus flautas, rondadores,
armónicas, guitarras y tambores […] continúan los danzantes dando
vueltas primero en una dirección y luego en la otra, y asentando los
pies con fuerza y ritmo”. Además del fuego, el agua también está
vinculada a la deidad mayor de la provincia: el taita Imbabura, dador de
agua.
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