domingo, 10 de junio de 2012

Los poetas andan sueltos

Y el mundo a carcajadas se burla del poeta / y le apellida loco, demente soñador, / ¡Y por el mundo vaga cantando solitario, / sin sueños en la mente, sin goces en el alma, / llorando entre el recuerdo de su perdido amor!... Nos decía el poeta Rubén Darío, cuando llevó -literalmente- el castellano de América a España, con esa gran renovación que fue el modernismo.
¿Quién es el poeta?, le preguntaron a la hija del escritor mexicano José Ángel Leiva. ¡Es un tipo que viaja!, fue la respuesta. Eso lo cuenta en la sobremesa del 4º Encuentro Internacional de Poetas Paralelo Cero, que concluye hoy en Atacames (www.poesiaenparalelocero.com). Todos reímos porque, enseguida, el poeta argentino Jorge Boccanera inicia las anécdotas. Un día llegó, intempestivamente, un equipo de la televisión holandesa a entrevistar a Juan Carlos Onetti. Lo encontraron en pijama y en la cama y tal como era: sin algunos dientes y con un vaso de whisky. Tapándose la boca replicó: la dentadura la presté a Vargas Llosa.
Es que la poesía no se vende, porque no se vende (en alusión a que nadie compra libros de poesía), dice otro poeta, en este círculo extraño que aún confía en la palabra mientras los banqueros han salido a caminar por los barrios. Cría palabras y te sacarán los ojos, decía Euler Granda. Y en este tema Octavio Paz exclamaba: Dales la vuelta / cógelas del rabo / (chillen putas) / azótalas… Porque hay que ir contracorriente para armar un encuentro de poetas. Eso lo sabe Xavier Oquendo y es su mérito.
Si he perdido la vida, el tiempo, todo / lo que tiré, como un anillo, al agua, / si he perdido la voz en la maleza, / me queda la palabra, nos recordaba Blas de Otero. En México podrá haber poesía, pero no poetas, sigue Leiva, entre risas, parafraseando la famosa frase de Bécquer: Podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía. Nuevamente regresamos a la tertulia. Hablamos de las peleas intestinas entre Borges y Lorca, cuando este último llegó a Buenos Aires. Nos sigue faltando Adoum, dice alguien.
Quedamos conmovidos ante la palabra del italiano Emilio Coco, quien estuvo semanas ante el lecho de muerte de su hermano. Dedica su poema al hombre que resucitó a Lázaro: … luego de una noche insomne en el hospital / gracias desde el alma por la compañía / gracias por no atemorizarla… Y allí, de pronto, la voz poderosa de Antonio Preciado, como si sonaran tambores y atabales de la tierra de los leones. Yo, al fin poeta de provincia, les aviento Isadora en Imbabura, y un micropoema a esas beldades de Ecuador: Venus de Valdivia / alguien entrelaza / la fina cabellera…

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