“Cocodrilos de altura, mono,
gorila, son unos negros apretados que si te muerden te dan ébola” fueron las
palabras del presentador Phillip Butters (a quien Martha Moyano le recordó que
es afrodescendiente). Ahora, apela a la libertad de expresión, a la broma, a
que si no le gusta cambie de canal; “sorry baby”, dice a Felipe Caicedo.
En Foros Perú se lee que allá
a los ‘negros’ les dicen ‘cocodrilos’. Curioso, los esclavizados traídos de
África deben ser tratados, en el siglo XXI, como si fueran verdugos, con todos
los estereotipos. El libro Piel negra, máscaras blancas, de Frantz Fanon,
señala que la ‘trata de negros’ supuso una operación que atrasó en medio milenio
a la Mama África. Martin Luther King y Mandela son referentes para todos.
Desde 1940 no hay un censo en
Perú que pregunte específicamente sobre lo afroperuano. La mitad de ellos ha
sido insultada en la calle, denuncia el Centro de Estudios y Promoción Afroperuanos,
aunque un tercio de América Latina, unos 150 millones, es afrodescendiente.
Por eso, leer sobre Butters,
desde su homofobia, machismo y racismo llevan a un punto: la indignación, como
nos recuerda el libro Indignaos de Stéphane Hessel. También, como si se tratara
de la última novela Cinco Esquinas de Mario Vargas Llosa, donde aparece la
singular reportera la ‘Retaquita’, uno se inclina a creer que estos personajes
son únicamente de ficción truculenta.
¿En qué momento se jodió el
periodismo en un país que tiene un referente: Etiqueta Negra? La República de
Perú, en un artículo de María Elena Hidalgo, tras las audiencias, señala:
“Vladimiro Montesinos destinó al menos $ 22 millones para el financiamiento de
la ‘prensa chicha’, con la finalidad de apoyar la campaña reeleccionista de
Alberto Fujimori y atacar a la oposición política y periodística, entre 1998 y
2000… Por cada portada de cada diario la mafia pagaba entre $ 2.000 y $ 3.000
al día, con fondos del presupuesto de las Fuerzas Armadas desviados al SIN”.
Para la académica Rosa Zeta,
“el problema de los periódicos en el gobierno de Fujimori fue la
desinformación, no porque faltara, sino que fue tendenciosa y se ocultó
información relevante para el desarrollo de la sociedad. Es decir, se espectacularizó
la información y los principios rectores del periodismo se anularon... Este
gusto por lo superfluo quedó en la sociedad”.
El Nobel peruano de Literatura
es contundente: “El peligro viene desde dentro del periodismo empujado por una
necesidad de un público cada vez más interesado en el entretenimiento que en la
información. Se acabó esa frontera. El amarillismo y el entretenimiento han
pasado a ser los valores dominantes. Y el periodismo es víctima de eso… A veces
la realidad es confusa. Siempre hay una manera de ser honestos”.
A la prensa sensacionalista lo
único que la disuade, más allá de la presión social, es el retiro de los
anunciantes. Cuando se topa al bolsillo, pocos medios resisten. Esto recuerda
al libro No Logo de Naomi Klein, quien sugiere también el boicot. Y ahí no hay
“sorry baby” sino, como diría el duro Terminator, “¡Hasta la vista, baby!”.
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/cuando-se-jodio-el-periodismo-en-peru
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/cuando-se-jodio-el-periodismo-en-peru
No hay comentarios:
Publicar un comentario