Es el título de un cuento muy antiguo para
un sábado de ocio. Son las historias que pertenecen al mundo de los sueños,
pero también a la posibilidad de la astucia. Está en el magistral libro escrito
y recopilado por Bioy Casares, Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges, acerca de la
literatura fantástica, un género ya practicado en ese prodigio que es Las mil y
una noches, que Occidente tardó en descubrir. Si algo tiene de importante el
cuento es precisamente que nos lleva a vivir un mundo donde todo es posible, y
más aún cuando se trata del tema de los sueños que, por lo demás, siempre
intriga a los seres humanos.
Acostumbrados como estamos, en esta época
de vértigo, a creer que todo está dicho, este relato de más de dos mil años nos
muestra que los clásicos, cuándo no, tienen mucho que decirnos. Borges decía
que los griegos escribían como verdaderos románticos, mientras que estos lo
hacían como si fueran clásicos.
Esta pieza perfecta pertenece a Liehtsé
(c. 300 a.C.), quien es parte de ese asombro que significa la literatura
fantástica de Oriente:
Un leñador de Cheng se encontró en el
campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran,
lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el
sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo
contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que
fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y le dijo a
su mujer:
-Un leñador soñó que había matado un
ciervo y olvido dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese
hombre sí que es un soñador.
-Tú habrás soñado que viste un leñador que
había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí
está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero- dijo la mujer.
Aun suponiendo que encontré el ciervo por
un sueño –contestó el marido-, ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos
soñó?
Aquella noche el leñador volvió a casa
pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar
donde había ocultado el ciervo, y también soñó quién lo había encontrado. Al
alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante
un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:
-Realmente mataste un ciervo y creíste que
era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro
encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que
había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo.
Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.
El caso llegó a oídos del rey de Cheng y
el rey de Cheng dijo:
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