domingo, 12 de enero de 2014

Aquelarre de brujas



Hace mucho tiempo, existían unas brujas que se reunían en su aquelarre para bailar en torno al fuego e invocar a las fuerzas malignas. Estos sucesos fantásticos se daban en un profundo bosque que los viajeros procuraban evitar,  porque sabían de las artimañas de estas mujeres, que se decía, conferenciaban con fuerzas del averno.

 Acertó a pasar por esos parajes,  acaso perdido en el camino, un jorobado que se quedó casi petrificado  cuando  -separando unas ramas-  miró a las brujas danzando en torno a la inmensa hoguera.
-Lunes y martes y miércoles, tres -decían las hechiceras y se movían con sus piernas ágiles para volver a repetir:
-Lunes y martes y miércoles, tres -replicaban y sus rostros parecían multiplicarse en medio de las sombras.
El jorobado, acaso contagiado con la melodía, replicó desde su escondite:
-Jueves y viernes y sábado, seis.
Hubo un silencio hasta que una bruja, que parecía dirigir el aquelarre se plantó con una mirada que escudriñaba la noche:
-¿Quién fue el que dijo eso?
El hombre del bulto se quedó pasmado. Después, tímidamente, se acercó donde estas seductoras mujeres que le aguardaban.
-Por ayudarnos a completar nuestra canción recibirás una recompensa,  le dijo la maga, con unos ojos siniestros,  pero con la sonrisa amable.
-Te quitaremos la joroba,  exclamó y al punto el campesino adquirió una forma espigada y se adentró en el bosque más contento que un conejo que se libra de un halcón. Además, le obsequiaron un talego de oro.

Llegó al pequeño pueblo donde vivía y la noticia se propagó a otros sitios que no tardó en llegar hasta un hombre codicioso que pensó obtener también una recompensa en oro de buena lid.
Se dirigió por el bosque  y con tan buena suerte que se encontró,  al cabo de varios días,  con el mismo aquelarre de brujas, quienes cantaban en medio de la noche en torno a la hoguera.
-Lunes y martes y miércoles tres,  seguidas de un coro que replicaba:
-Jueves y viernes y sábado seis.

Las hechiceras iban tomadas de las manos en esta ronda,  mientras una melodía las envolvía en un círculo que representaba un ritual antiquísimo,  con simbologías de estos seres poseedoras de sabiduría secreta.

La canción seguía en ascenso, “in crescendo”,  como dicen los músicos,  y parecía que las cabelleras lustrosas de las brujas, se mecían en un aire liberador,  mientras las llamas creaban sombras que parecían formar entes que huían despavoridos en medio del bosque.
Lunes y martes y miércoles tres; jueves y viernes y sábado seis...
A esto,  con gran sonoridad, el curioso  replicó:
¡Domingo siete!
Las brujas se detuvieron en el acto y hasta las llamas parecieron petrificarse.
-¿quién dijo eso? Dijo una de ellas.
Saltando desde los matorrales,  llegó el hombre,  que seguro pensó,  sería recompensado ante tremenda inspiración.
Fue recibido solemnemente, en el centro del círculo. Y otra dama de la noche habló: ¡por haber interrumpido y arruinado nuestra canción, recibirás como castigo  esta joroba,  exclamó airada,  al punto que colocó sobre los hombros del desdichado la misma giba,  que hasta hace poco pertenecía al primer  hombre que se internó por esos parajes.
Fue así,  que el codicioso regresó a su pueblo,  con una maleta de carne en la espalda mientras,  en las profundidades del bosque,  continuaba una melodía,  llevada por varias manos enlazadas,  que danzaban en torno de una fogata: 
Lunes y martes y miércoles tres: jueves y viernes y sábado seis...

Esta mitología antigua  aún es posible encontrar en el norte de Ecuador. Esque al mirar un mapa detenidamente se descubre un secreto: un triángulo casi perfecto entre las poblaciones de Mira, Pimampiro y Urcuquí. Esa es la ruta de las brujas voladoras, que vuelan extendiendo los brazos, con sus vestidos blanquísimos y ondulantes,  mientras repiten una fórmula mágica:

De viga en viga
De villa en villa
Sin  Dios ni Santa María

No van en escoba ni tampoco llevan trajes negros y sombreros arrugados, como  las brujas nórdicas; aunque también fueron perseguidas por la Inquisición, aquella que condenó al sabio Galileo Galilei por afirmar que la tierra gira alrededor del Sol. Por eso, otras voces, dicen que en verdad las brujas guardan una sabiduría secreta lejos de la arrogancia del poder. Son antiguas magas perseguidas por sus ritos profanos,  para los ojos de los inquisidores.

Las brujas norandinas son bellísimas, al punto que convierten a los hombres desprevenidos  en gallos o en manos de plátanos, que cuelgan en aleros  de sus casas. Pero no transforman a sus víctimas en sapos sino  que,  en los tiempos antiguos, traían  noticias de los lugares distantes.

MORALES Mejía, Juan Carlos. Libro Jugando con el abuelo y la abuela, Ministerio de Cultura de Ecuador.

Ilustración Brujas voladoras: José Villarreal

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