domingo, 12 de enero de 2014

El último vuelo de Kujanchan

¿Por qué Latinoamérica –palabra creada por los intelectuales en París– tiene pensamiento mientras Europa posee filosofía? ¿Por qué Grecia o Roma nos han legado su mitología mientras que por nuestras tierras hemos llegado –máximo– a las tradiciones o leyendas? Estas preguntas nos hacía el maestro Arturo Andrés Roig.
Nosotros los latinoamericanos no podemos darnos el lujo de la desesperanza, es una frase que podemos leer en uno de sus libros. Así, pienso en la palabra mitología. ¿Por qué únicamente los mitos nos refieren a Ícaro y Dédalo, quienes batallaron con sus alas en torno al Sol, pero poco sabemos de Kujanchan, antiguos relatos de los shuar, de este personaje que también tenía alas y que, como el otro, desafió a los dioses?
¿Por qué Grecia o Roma nos han legado su mitología mientras que por nuestras tierras hemos llegado –máximo– a las tradiciones o leyendas?Pío Jaramillo Alvarado señalaba: “Los viejos y cultos europeos no han borrado su prehistoria de una plumada irrespetuosa por haber encontrado las tradiciones de su origen confundidas con la fábula. El sentido de la historia no tiene la rigidez de un proceso judicial, y sus métodos son deductivos, inductivos, de observación y de experiencia. No es el testimonio escrito lo que siempre se ha de exigir sino que, en la naturaleza, en las capas terrestres y hasta en las convulsiones volcánicas, se han de rastrear los datos de la vida de un pueblo... nada hay tan respetable como la leyenda”.
Y esto, para decirnos, por la larga disputa entre oralidad y escritura.
Un trabajo, en este sentido, es el realizado por Amaranta Pico Salguero, en su tesis de maestría Las ‘voladoras’ de Mira. Trayecto de interpretación literaria a partir de la memoria oral, de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Señala que, siguiendo a Carlos Pacheco, el grafocentrismo europeo ha ejercido una “violencia epistémica sobre las prácticas que le son ajenas, como la oralidad. Tal noción ha determinado que la literatura sea considerada solamente realizable a través de la escritura y ha dejado la oralidad en un plano casi invisible para los literatos”.
La investigadora afirma: “La tradición oral, a través de sus relatos, es una manifestación cultural que involucra repertorios de códigos expresivos y simbólicos, es un ejercicio de imaginación y comunicación que se reproduce generacionalmente. Mediante la oralidad, la comunidad es a la vez lectora activa de sus mitos y autora portavoz que revitaliza los relatos vivos”.
Esas mitologías aún viven en nuestro Ecuador profundo. Pero no por mucho tiempo: cada ocasión que una voz de los abuelos se extingue, se acaba también una biblioteca.
 

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