¿Por
qué Latinoamérica –palabra creada por los intelectuales en París– tiene
pensamiento mientras Europa posee filosofía? ¿Por qué Grecia o Roma nos
han legado su mitología mientras que por nuestras tierras hemos llegado
–máximo– a las tradiciones o leyendas? Estas preguntas nos hacía el
maestro Arturo Andrés Roig.
Nosotros
los latinoamericanos no podemos darnos el lujo de la desesperanza, es
una frase que podemos leer en uno de sus libros. Así, pienso en la
palabra mitología. ¿Por qué únicamente los mitos nos refieren a Ícaro y
Dédalo, quienes batallaron con sus alas en torno al Sol, pero poco
sabemos de Kujanchan, antiguos relatos de los shuar, de este personaje
que
también tenía alas y que, como el otro, desafió a los dioses?
¿Por
qué Grecia o Roma nos han legado su mitología mientras que por nuestras
tierras hemos llegado –máximo– a las tradiciones o leyendas?Pío
Jaramillo Alvarado señalaba: “Los viejos y cultos europeos no han
borrado su prehistoria de una plumada irrespetuosa por haber encontrado
las tradiciones de su origen confundidas con la fábula. El sentido de
la historia no tiene la rigidez de un proceso judicial, y sus métodos
son deductivos, inductivos, de observación y de experiencia. No es el
testimonio escrito lo que siempre se ha de exigir sino que, en la
naturaleza, en las capas terrestres y hasta en las convulsiones
volcánicas, se han de rastrear los datos de la vida de un pueblo... nada
hay tan respetable como la leyenda”.
Y esto, para decirnos, por la larga disputa entre oralidad y escritura.
Un trabajo, en este
sentido, es el realizado por Amaranta Pico Salguero, en su tesis de maestría Las ‘voladoras’ de Mira. Trayecto de interpretación literaria a partir de la memoria oral, de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Señala
que, siguiendo a Carlos Pacheco, el grafocentrismo europeo ha ejercido
una “violencia epistémica sobre las prácticas que le son ajenas, como la
oralidad. Tal noción ha determinado que la literatura sea considerada
solamente realizable a través de la escritura y ha dejado la oralidad en
un plano casi invisible para los literatos”.
La
investigadora
afirma: “La tradición oral, a través de sus relatos, es una
manifestación cultural que involucra repertorios de códigos expresivos y
simbólicos, es un ejercicio de imaginación y comunicación que se
reproduce generacionalmente. Mediante la oralidad, la comunidad es a la
vez lectora activa de sus mitos y autora portavoz que revitaliza los
relatos vivos”.
Esas
mitologías aún viven en nuestro Ecuador profundo. Pero no por mucho
tiempo: cada ocasión que una voz de los abuelos se extingue, se acaba
también una biblioteca.
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