El
diario londinense The Evening Standard, creado en 1827, especulaba,
días antes de la inauguración de las Olimpiadas, que la reina Isabel II
concedería, con el tradicional toque de la espada, el afortunado
nombramiento de sir a James Bond, el agente 007, creado hace 50 años por
Ian Fleming. Conjeturaba, además, que el espía haría una entrada
espectacular en el estadio de Stratford.
Quien
arribó de manera cinematográfica -saltando en paracaídas- fue la
mismísima Isabel II, su graciosa majestad, quien impidió, junto a
Margaret Thatcher, la “Dama de Hierro”, que el amigo de esta última
Augusto Pinochet, el genocida chileno, fuera extraditado, burlándose
incluso de los tribunales británicos en 1998. Atrás del intento de
llevar al banquillo de los acusados estaba Baltasar Garzón.
Ahora
el protegido de Garzón es Julian Assange, reconocido por Amnistía
Internacional por su defensa en la libertad de expresión y, más allá de
eso, quien -como si se tratara de un largometraje no deseado- develó en
los WikiLeaks la mirada colonial de las embajadas anglosajonas y aún
peor: los efectos brutales que producen el negocio de las armas en las
antiguas colonias. Curiosamente, Bond siempre duerme con un arma bajo la
almohada y una chica de turno, y no sabemos si usa preservativo.
Antes
de que los antiguos esclavos coloniales -llegados en los barcos
negreros a América- corrieran en la pista sintética, otro personaje
irrumpió en la escena olímpica: Mr. Been, quien se burla de la guardia
inglesa y duerme con su osito de peluche Teddy.
Bond
defiende un sistema, dice Eduardo Galeano. “Ahora, Bond es un
hombre-sándwich al servicio de muchas empresas de muchos países. Cada
escena de su película ‘Tomorrow never dies’,
estrenada en 1997, funciona como un spot publicitario.
El
infalible Bond consulta su reloj Omega, habla por un teléfono celular
Ericsson, salta desde una azotea para caer sobre un camión de cerveza
Heineken, huye en un automóvil BMW alquilado en Avis, paga con tarjeta
Visa, bebe champaña Dom Pérignon, desviste mujeres previamente vestidas
por Armani y Gucci y peinadas por L’Oréal, y combate contra un rival que
luce ropas de Kenzo”.
Antes de ayer, el Times de Londres lo dijo: un pequeño país sudamericano, que es como decir una Banana Republic,
concedió asilo a Assange. Aunque el diplomático Mauricio Gándara crea que es por salir en los periódicos, hay otros temas en juego en estos asuntos, que van más allá del osito de peluche Teddy, que se asustaría de tantas armas regadas por el mundo para defender a un sistema que cree que el planeta es un “shopping center”.
Antes de ayer, el Times de Londres lo dijo: un pequeño país sudamericano, que es como decir una Banana Republic,
concedió asilo a Assange. Aunque el diplomático Mauricio Gándara crea que es por salir en los periódicos, hay otros temas en juego en estos asuntos, que van más allá del osito de peluche Teddy, que se asustaría de tantas armas regadas por el mundo para defender a un sistema que cree que el planeta es un “shopping center”.
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