domingo, 17 de noviembre de 2013

Caballero de fina estampa


Cada pueblo tiene sus personajes. En Ibarra, aún camina por sus calles Fausto Yépez Almeida. Cuando nació, en 1928, la urbe continuaba levantando imponentes edificios públicos, casas de paredes anchas por temor a un nuevo terremoto, en medio de buganvillas y palmeras, y contaba con varios periódicos, hechos con plata y persona, que tenían una idea fija: la salida al mar por San Lorenzo.
Cuando las beatas cerraban sus rendijas, se reunían en la casa de Fausto Yépez Almeida los mejores cantantes para grabar en su reluciente equipo de cinta.Años más tarde, el joven Yépez, de bigote, amplia sonrisa y zapatos lustrosos, acaba de sorprender a sus paisanos con una bicicleta a motor, que lo lleva por las empedradas calles, hasta los pacientes que esperan por una inyección. Durante décadas estará al frente de la botica Ibarra, en el parque Pedro Moncayo y la evocación de su ceibo, preparando, al inicio, pócimas con láudano, hasta ser conocido como el “Señor de los Remedios”, apelativo que le agrada, en medio de su colección de llaveros, estampillas, réplicas de cuadros famosos e imágenes religiosas, artilugios médicos y, en cierto momento, hasta un cóndor disecado. El otro amor es inclaudicable: Ibarra. Por eso, junto con la Asociación Cultural Amigos de Ibarra, fue el artífice de la publicación de ocho tomos sobre la historia de esta ciudad.
Por las noches, cuando las beatas cerraban sus rendijas, se reunían en la casa de Fausto Yépez Almeida los mejores cantantes de música nacional para grabar en su reluciente equipo de cinta, adquirido ex profeso, en un tiempo en que las melodías del violín de Armando Hidrobo parecían deslizarse más allá de las callejas. Las grabaciones de esa época de oro de la música ecuatoriana son, sin duda, su mejor legado. La otra actividad que ocupaba el tiempo de este personaje de traje pulcro y leontina al bolsillo fue su labor por la patria chica, desde concejal ad honórem, pasando por gobernador encargado.
Se reconoce socialista, de los hechos a la antigua y críticos al sistema de hacienda, tal como se lee enHuasipungo, de Jorge Icaza, y sus lecturas preferidas son los textos en torno a Ibarra. Estuvo casado con Teresa Collantes y tiene tres hijos, además de nietos, y es, acaso, el ibarreño quien a más eventos ha asistido, siempre puntual y por su labor ha recibido condecoraciones, como la impuesta por el presidente Gustavo Noboa Bejarano. Fausto Yépez Almeida podría ser la inspiración del vals de Chabuca Granda: Fina estampa, caballero / caballero de fina estampa / un lucero que sonriera / bajo un sombrero... Al mirarlo cruzar el parque, es como si el abuelo de todos caminara con dirección a una ciudad evocada en medio de la bruma.



FOTOS: Fausto Yépez Almeida, en la exposición del libro Imbabura, auspicio del Gobierno Provincial de Imbababura, Diego García Pozo, prefecto. 












 FOTO2. El joven Fausto, por las calles de Ibarra, en su bicicleta a motor.

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