sábado, 6 de octubre de 2012

¿Flash memory o chupa-chupa?


Todos los cholos / comemos con cuchara / arroz con huevo frito / y viendo televisión, canta Hugo Idrovo, mientras un internauta añade: viendo el Chavo del 8 en una laptop. Aunque el tema es una ironía, lo cholo no es otra forma que restregarnos nuestro pasado prehispánico, pero como una forma de complejo al revés desde lo “blanco” y civilizado.
De hecho, la herencia indígena vive el cotidiano. “Darás pasando”, es un gerundio común en el habla popular de los ecuatorianos, que sorprende gratamente en el extranjero. Tiene su explicación: los ecuatorianismos son, en su mayoría, préstamos léxicos del quichua (que en la nueva forma se escribe también kichwa). Palabras como cancha, huaca, ñaño, arrarray, atatay, achachay, guagua, humita, pupo, tambo, carishina, ñusta, sara y hasta longo (joven, en quichua) son el legado de nuestros ancestros que se vierte en el habla común de nuestra llacta o tierra.
Claro, nosotros no prestamos atención a estos asuntos. Un día, en un taller de periodismo, alguien se acercó con una preocupación. Estaba traduciendo ecuatorianismos al inglés y tenía una dificultad, cómo quedaría en el lenguaje de Shakespeare: ¿Y vos, en qué bus te vas, ve? O el simpático: Vecina, no será malita, dará cuidando a la guagua.
Ni qué hablar de los morlaquismos: chendo, por mentira o gara por chévere. Además del lenguaje de los montubios, como bien anota Fanny Carrión de Fierro al analizar la obra de José de la Cuadra, donde encuentran varias formas de nombrar al diablo: el Patica, el Colorado o simplemente el Malo (el Maligno, dicen aún en el convento de claustro de Riobamba).
En la zona norte, en el Carchi, hay una palabra: bámbaro, que es utilizado como cobarde. Viene de la época colonial, cuando los esclavistas de las haciendas de caña cercenaban los testículos a los esclavos, traídos de África, que trataban de huir. Las palabras configuran mundos. Por ejemplo, la memoria externa o flash memory ya tiene su par en quichua: chupa-chupa, porque extrae información y después la deposita. En Tungurahua, al inicio de la dolarización, una vendedora indígena, al preguntarle cuánto valía una fruta, contestó: shuk gringo cushqui, es decir un dólar, sin olvidar a USA.
Música chicha o música chola es lo más suave que dicen de Delfín Quishpe y el fenómeno es peor en el Perú, una sociedad que aún no olvida su pasado Virreinal, como las empleadas domésticas con uniforme bien planchado en Bogotá, alistándose para preparar el ajiaco. Cosas de mi tierra, diría el indio Mariano, otro estereotipo.





Tomada de la edición impresa del Sábado 06 de Octubre del 2012


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