Los
pueblos crean mapas mentales de lo que son. Tratan de configurar una
cartografía, unos imaginarios que los identifican, aunque a veces sean
falsos. Ecuador tiene muchos símbolos de su
identidad, algunos curiosos como los famosos letreros desperdigados por
todo el territorio: “Los legítimos de Salcedo”, en homenaje a los
helados de tres sabores inventados, según dicen, por unas religiosas de
claustro.
Al
visitar esa población, en la provincia de Cotopaxi, tres cosas llaman
la atención. Uno, hay un monumento de tres metros de un helado (que
podría ingresar en la lista de estatuas memorables que tiene el país),
un local patriota cuyo título es: Heladería Tiwinza: el helado héroe, y
por último que todos se
disputan la supuesta autenticidad de la elaboración, lo que lleva a
pensar: cuál mismo será el “legítimo”.
Otros
imaginarios están en torno a las ciudades. Así tenemos la “Sultana de
los Andes”, Riobamba, que siempre se precia de ser primera en todo,
desde la primera Constitución hasta “Cuna de la Nacionalidad” y estirpe
Duchicela.
Pero
eso de sultanato bien se sabe que viene del mundo árabe donde se
ejercía un poder de facto gobernado por un califa. Así que no se sabe si
alguna dinastía de los gaznauíes plantó sus reales en los páramos
frente al Chimborazo.
Cuenca
es la “Atenas del Ecuador”, aunque su mayor poeta, César
Dávila Andrade, siempre quedaba más allá del tercer lugar en los
concursos de juegos florales y fue Quito la que publicó sus libros. A
propósito de esta última, está la denominación de “Carita de Dios”, vaya
a saber por qué. Otro tanto le corresponde a la “Perla del Pacífico”,
Guayaquil, que en estos días anda de parranda. Hay las “Centinelas del
Norte y Sur”, como Tulcán y Loja, rezagos de las disputas con nuestros
ávidos vecinos.
Otra
designación es la “Provincia Verde”, Esmeraldas, aunque las madereras
están haciendo su tanto para dejarla pelada como Santa Elena, donde
-ahora sí- ha regresado San Biritute, el símbolo fálico precolombino que
traerá la lluvia desde Sacachún.
Tenemos
Ibarra, “Ciudad Blanca”, donde algunos despistados aseguran que, desde
la época colonial, fue hecha para los “blancos”, aunque su fundación fue
realizada en los terrenos comprados a la nieta de Atahualpa, Juana
Atabalipa, y su fundador, Cristóbal de Troya, era criollo y encima
encomendero. Pero no hay como Macas, en Morona Santiago, donde
algunos de sus habitantes se dicen macabeos y se creen descendientes de
las tribus perdidas de Israel, aunque los verdaderos se liberaron de
Antíoco IV, en el 164 a.C. Mejor ir a Pueblo Arrecho, en Manabí.
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