En días pasados, la Asamblea Nacional, de
forma unánime con 116 votos, declaró a la Batalla de Ibarra, sucedida el 17 de
julio de 1823, como una fiesta nacional, aunque no como feriado. Como escribí
hace poco, fue esta gesta -con la participación estratégica y presencia de
Simón Bolívar- la que selló definitivamente las campañas independentistas.
Esto porque al momento existían dos
frentes más en disputa. Por un lado, el monarquista Canterac enfilaba sus
tropas para tomar nuevamente Lima. Durante junio y julio de 1823, las
informaciones de los leales en la Ciudad de los Virreyes informaban a Bolívar
que la situación en Perú se hallaba en su punto crítico. El otro estaba en
Maracaibo, Venezuela. El tercero era el más grave: los realistas pastusos
liderados por Agustín Agualongo, hace diez años.
La estrategia del Libertador es admirable.
Sabe que los huestes pastusas son formidables en su entorno de breñas y
montañas y -como se lee en los partes de guerra- ordena al general Salom que
atraiga al enemigo desde el Puntal, la actual Bolívar, hacia las llanuras del
Valle de Ibarra, haciendo creer al adversario que el ejército patriota
retrocede por temor. Y aquí la clave: se trató de una disputa entre una
caballería bien armada y experimentada -aunque tenía una infantería novata-
frente a una infantería pastusa habituada a lo que se conoce como guerra de guerrillas,
pero en sus montañas y no en un valle donde fue presa fácil. Y otro detalle: el
patriotismo de los imbabureños e ibarreños, quienes, al inicio, tenían bien
informado al ejército patriota y después persiguió al desolado ejército de
pastusos. El comandante militar de Ibarra, Joaquín Gómez de la Torre, había
convocado y acuartelado milicias al conocer los acontecimientos de Pasto.
Salom, siguiendo, esta estrategia,
permitió que Agualongo ocupara Ibarra el 12 de julio, para retirarse a
Guayllabamba, mientras los espías patriotas tenían informados a sus superiores
del menor movimiento de las tropas enemigas. La estratagema consistía en hacer
creer a los pastusos que el ejército independentista llegaría por el camino
real y para esto Bolívar envío una parte de sus soldados.
Unos días antes, el 8 de julio, Bolívar
llega hasta Otavalo, donde tiene reuniones con las autoridades de los
corregimientos y con los caciques de algunas parcialidades de Imbabura, donde
les pide apoyo para la causa de la República. Del 11 al 15 de julio estructura
su ejército en algunas divisiones, como los Guías de la Guardia y el Batallón
Yaguachi, al mando del general Bartolomé Salom. Segunda: Granaderos a Caballo y
dos compañías del Vargas, a órdenes del general Manuel de Jesús Barreto.
Tercera: Artillería y Batallón Quito, al mando del coronel Hermógenes Maza.
Lamentablemente
por el peso del centro frente a la periferia, esta gesta no ha sido aún
comprendida en su totalidad. La Asamblea, pensando en la memoria de la patria,
hace justicia. Ahora, corresponde que también en los textos escolares del país
consten estos acontecimientos que son parte de nuestra memoria como pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario