Las ciudades que olvidan sus orígenes pierden
su brújula. Por eso, es preciso siempre recordarles sus esencias, pero también
sus antiguas historias, como el señorío étnico de los caranquis. Aquí un
fragmento a propósito de las celebraciones septembrinas.
Largo fue el camino recorrido por el capitán
Cristóbal de Troya -al año siguiente de la fundación de 1606, un 28 de
septiembre- buscando el mar por Esmeraldas, motivo del nacimiento de la nueva
Villa de Ibarra. Al mando de 20 arcabuceros llega hasta el añorado mar y
escribe en su diario:
“Al anochecer nos juntamos todos los
compañeros, pusimos las balsas y canoas en tierra. Aquella noche estuvieron más
de 340 indios en tierra. Nos parecía que harían amistad. A ellos, por medio de
un intérprete que llevaba, les ordené que ninguno echara ni canoa ni balsa en
el puerto, porque al que no cumpliere lo mataríamos con un arcabuz. Al efecto,
se puso guardias. Los indios, con todo cuidado, cumplieron la orden (...). Por
la mañana de aquel día me quedé en la playa, a la ribera del mar...”.
Pero esta vía -soñada por las élites
quiteñas que desean exportar sus productos- tiene más obstáculos que las selvas
tropicales. Guayaquil, con su puerto, y Callao, se oponen tenazmente para
defender sus intereses mercantiles. Un aporte histórico de Rocío Rueda Novoa en
La ruta a la Mar del Sur: un proyecto de las élites serranas en Esmeraldas (s.
XVIIII), en la revista Procesos, devela una realidad:
“Los ricos españoles y encomenderos
asentados en las que ahora son las provincias de Carchi, Imbabura, Pichincha,
Cotopaxi, se habían dedicado principalmente a la creación de obrajes dedicados
a la producción de textiles de buena calidad, como bayetas, jergas, frazadas y
paños que se vendían muy bien en el exterior. Ellos vieron en la apertura del
camino, que incluyera un puerto (…), la posibilidad de incrementar sus
beneficios, pues los obrajes se encontraban localizados en el eje económico
longitudinal, en el circuito hacia Nueva Granada, por Quito, Pasto, Popayán,
Santa Fe, Cartagena”.
Ibarra esperó casi 400 años para llegar al
mar y sigue sin puerto.
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