Este mes se celebra a la fotografía. El pasado 19 de
agosto se conmemoraron los 175 años de su nacimiento cuando en 1839 el Gobierno
francés liberó la patente del daguerrotipo, el proceso fotográfico que Louis
Daguerre ‘pulió’ tomando como referencia el trabajo de Joseph Nicéphore Niépce.
El aparecimiento de la fotografía, en el siglo XIX, fue
parte de una larga tradición que inició en el Renacimiento con la camare
obscura. Sin embargo, su llegada no podría ser más oportuna, en un momento en
que, como sugiere Walter Benjamin, este invento “es el primer medio de
reproducción de veras revolucionario”, nacido en la misma época del socialismo.
“No se trata de una casualidad, sino de una coherencia
sincrónica entre una propuesta ideológica para un proyecto democrático de masas
y una tecnología radicalmente nueva para la democratización de la cultura de
masas”, como se lee en el libro La mirada opulenta, de Román Gubern.
Tampoco es casual que nazca en Francia, en medio del
positivismo de Comte, pero también con la arrolladora burguesía que propugna
una descripción más científica y exacta del mundo. Así, la fotografía logra
algo que después se repetirá en nuestro país: que, al inicio, la clase media
pueda tener acceso a un documento visual que antes era literalmente impensable.
Lo propio ocurrió en Europa cuando los retratos -únicamente para hablar de uno
de los estilos- eran onerosos para las clases populares.
De allí que el surgimiento de este prodigioso invento no
solo que revolucionó los conceptos en torno al arte, sino que permitió -y sigue
en su vértigo- hacer visible lo invisible. Y es que a inicios del siglo XX, la
fotografía en el país había iniciado una básica democratización. La naciente
burguesía había encontrado en la reproducción fotográfica la manera de
perennizarse y ascender socialmente, debido a que la pintura al óleo resultaba
onerosa.
Si bien esto constituyó el inicio, posteriormente el
abaratamiento de costos de la fotografía pudo llegar a otros estratos sociales,
lo cual produjo un cambio: sectores sociales excluidos pudieron
legitimar, por primera ocasión, la manera de verse, es decir lo simbólico que
tiene la imagen. Al ser visibles, pudieron dejar a la posteridad un mundo que
-de otra manera- se habría esfumado en el tiempo.
Aunque en la actualidad, especialmente en Quito, el arte
de la fotografía llega a los museos o centros culturales, en el resto del país
aún se cree que la fotografía es la de bodas, del día del abanderado o un
selfie. De allí la importancia del Fondo Nacional de Fotografía (http://www.fotografianacional.gob.ec),
cuya labor como parte del INPC es reconocida. Así, la colección fotográfica ‘En
la mirada del Otro, Acervo documental del Vicariato Apostólico Salesiano en la
Amazonía Ecuatoriana, 1890-1930’ fue registrada en la ‘Memoria del mundo’, por
parte de Naciones Unidas.
Existen, obviamente, múltiples iniciativas en torno a la
fotografía, pero la tarea primordial es situarle, como lo pensaron en sus
inicios, como un arte. Y el otro tema es preservar ese legado que, en la
actualidad, se deshace entre las manos. (O)
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/fotografia-historia-y-promesa
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