Cuando los temas son candentes –como el
de las herencias y plusvalía- el país no puede padecer de Alzheimer. Veamos
solo un tema: el cacao. Y esto porque las masivas migraciones de finales del
XIX, pero también la crisis bancaria de finales del XX que expulsó a más de 3
millones de compatriotas fuera del país, tuvieron como detonantes decisiones
que vincularon a pocas familias, a lo largo de un siglo.
Durante el auge del cacao la familia
Aspiazu era la más grande productora del mundo, desde 1895 hasta 1925; era
dueña de 59 haciendas (unas 150.000 hectáreas) de donde se extraía 80.000
quintales anuales. La otra familia poderosa era la Seminario, originaria de
Perú, con 35 propiedades y una extensión de 130.000 hectáreas. Los dos grupos,
en conjunto, eran los mayores accionistas del Banco Comercial y Agrícola y
Banco Central.
La lógica de los grupos dominantes creó
las condiciones para que el auge cacaotero -de 300.000 quintales en 1880 a un
millón de quintales hasta 1917- se formara de un violento proceso de
acumulación, donde el acaparamiento de las propiedades por parte del reducido
grupo produjo la expulsión de una gran masa de pequeños, medianos e incluso
grandes propietarios. Manuel Chiriboga, en un estudio, señala que esto se
produjo por efecto una estructura productiva altamente concentrada. Para lograr
este propósito, los pequeños propietarios, sin título de sus tierras, fueron
desalojados y también se remató las tierras con deudas a los usureros, por eso
los pequeños propietarios terminaron de jornaleros y endeudados.
Para finales del siglo XIX un pequeño
pero poderoso grupo de 30 familias tenía en su poder el 70 por ciento de las
tierras donde se cultivaba el cacao. Cuando el auge del cacao se produjo, estas
familias habían ya fundado sus propios bancos y emitían hasta sus propios
billetes, y tenían representaciones en las principales líneas marítimas,
aseguradoras, además de agentes comerciales en los principales mercados
europeos. Para tener una idea de este monopolio es importante señalar que
solamente los Guzmán, Seminario Hnos. y Aspiazu Hnos. exportaban juntos el 60%
del cacao.
Las tasas de ganancias de este
monopolio del cacao eran del 325 por ciento merced a la explotación y a la mala
distribución de la acumulación, algo que ha sido una constante en la historia
ecuatoriana en diversas épocas y con variados productos.
¿Pero qué hicieron con el dinero estas
pocas familias? Chiriboga señala que las utilidades sirvieron al mantenimiento
de un sofisticado y lujoso nivel de vida, que se evidenciaría en la residencia
permanente de varios miembros de las familias agro-exportadoras en el exterior,
particularmente en Francia, donde buena parte de la fortuna era dilapidada
(Vinces, con una réplica de la Torre Eiffel era llamada París Chiquito).
Obviamente, a los ‘Gran Cacao’ nunca se les ocurrió montar una fábrica de
chocolates.
Pero, ¿qué pasó con los herederos del
cacao? Después, el negocio familiar iría a la banca y medios de comunicación.
Pero esa es otra historia.
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