domingo, 26 de julio de 2015

Las 30 familias, a finales del XIX

Cuando los temas son candentes –como el de las herencias y plusvalía- el país no puede padecer de Alzheimer. Veamos solo un tema: el cacao. Y esto porque las masivas migraciones de finales del XIX, pero también la crisis bancaria de finales del XX que expulsó a más de 3 millones de compatriotas fuera del país, tuvieron como detonantes decisiones que vincularon a pocas familias, a lo largo de un siglo.

Durante el auge del cacao la familia Aspiazu era la más grande productora del mundo, desde 1895 hasta 1925; era dueña de 59 haciendas (unas 150.000 hectáreas) de donde se extraía 80.000 quintales anuales. La otra familia poderosa era la Seminario, originaria de Perú, con 35 propiedades y una extensión de 130.000 hectáreas. Los dos grupos, en conjunto, eran los mayores accionistas del Banco Comercial y Agrícola y Banco Central.

La lógica de los grupos dominantes creó las condiciones para que el auge cacaotero -de 300.000 quintales en 1880 a un millón de quintales hasta 1917- se formara de un violento proceso de acumulación, donde el acaparamiento de las propiedades por parte del reducido grupo produjo la expulsión de una gran masa de pequeños, medianos e incluso grandes propietarios. Manuel Chiriboga, en un estudio, señala que esto se produjo por efecto una estructura productiva altamente concentrada. Para lograr este propósito, los pequeños propietarios, sin título de sus tierras, fueron desalojados y también se remató las tierras con deudas a los usureros, por eso los pequeños propietarios terminaron de jornaleros y endeudados.  

Para finales del siglo XIX un pequeño pero poderoso grupo de 30 familias tenía en su poder el 70 por ciento de las tierras donde se cultivaba el cacao. Cuando el auge del cacao se produjo, estas familias habían ya fundado sus propios bancos y emitían hasta sus propios billetes, y tenían representaciones en las principales líneas marítimas, aseguradoras, además de agentes comerciales en los principales mercados europeos. Para tener una idea de este monopolio es importante señalar que solamente los Guzmán, Seminario Hnos. y Aspiazu Hnos. exportaban juntos el 60% del cacao.

Las tasas de ganancias de este monopolio del cacao eran del 325 por ciento merced a la explotación y a la mala distribución de la acumulación, algo que ha sido una constante en la historia ecuatoriana en diversas épocas y con variados productos.

¿Pero qué hicieron con el dinero estas pocas familias? Chiriboga señala que las utilidades sirvieron al mantenimiento de un sofisticado y lujoso nivel de vida, que se evidenciaría en la residencia permanente de varios miembros de las familias agro-exportadoras en el exterior, particularmente en Francia, donde buena parte de la fortuna era dilapidada (Vinces, con una réplica de la Torre Eiffel era llamada París Chiquito). Obviamente, a los ‘Gran Cacao’ nunca se les ocurrió montar una fábrica de chocolates. 


Pero, ¿qué pasó con los herederos del cacao? Después, el negocio familiar iría a la banca y medios de comunicación. Pero esa es otra historia.

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