sábado, 22 de septiembre de 2018

Brasil: entre termitas y dinosaurios, 2018/09/06


Hasta la declaratoria de 1889 de Brasil como república se quemó el pasado domingo tras el incendio dantesco -la palabra es precisa porque alude al infierno- que dejó el 90 por ciento del Museo Nacional de Brasil en cenizas.

Como en todo hay una metáfora: se cree que el siniestro en Río lo produjo un pequeño globo aerostático, que allá se llaman “baloes”, propios de las celebraciones de medio año. Lo que sí sobrevivió fue el meteorito Bendegó, de cinco toneladas, y descubierto en Minas Gerais en el siglo XVIII. Pero es más que un globo contra un meteorito.

Conservaba 20 millones de artefactos, muestras de culturas griegas, egipcias, etruscas o afrobrasileñas, huesos de dinosaurios y un esqueleto de 12.000 años de una mujer conocida como “Luzia”, la persona más antigua descubierta en Sudamérica.

Hay señales para entender este drama. Lo primero es comprobar que en la celebración de los 200 años, que fue en agosto pasado, no acudió ningún alto funcionario del Gobierno, peor el presidente Michel Temer; y Lula no fue porque está en la cárcel.

El País de España indica: “Este año estaban previstos unos 43.000 euros, menos de la cantidad anual destinada a lavar los coches de los diputados de la Cámara baja en Brasilia o el mensual destinado para el mantenimiento del palacio cerrado, tras la caída de Dilma Rousseff”.

Una gran exhibición de dinosaurios, que fue forzada a cerrar luego de un ataque de termitas hace cinco meses, se había reabierto recientemente gracias a una campaña de crowdfunding (microrrecaudación de fondos). BBC señala: “Río de Janeiro está en crisis.

La creciente violencia, el profundo declive económico y la corrupción política se han combinado para hacer que la ciudad sea una sombra de lo que fue alguna vez”. Además, en los Juegos Olímpicos de 2016 se invirtieron millones de dólares, pero casi nada para el museo.

¿Quiénes son las termitas en este juego macabro contra la desmemoria? La negligencia de los políticos hacia la cultura es más voraz que el fuego. Bien dice una pancarta en Río en estos días: “Ya no tenías futuro, ahora ni pasado”



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