sábado, 12 de octubre de 2013

Premio Nobel al cuento

Julio Cortázar decía que los cuentos se ganan por knock-out, al contrario de las novelas, que se triunfa por asaltos, para explicarnos que en el primer caso debe ser una suerte de orfebrería, casi una máquina perfecta. De allí que para los escritores de cuentos –muchas veces ninguneados como la literatura infantil- el Premio Nobel de Literatura a la canadiense Alice Munro es un aliciente en un mundo de vértigo y de 140 caracteres. Hay que esperar que, en pocos años, reciba un premio un creador de microcuentos o haikus. En el siglo XVIII el nipón Kobayashi Issa escribió: De no estar tú, / demasiado enorme / sería el bosque.

Munro es el genio indiscutible de las novelas, capaz de hacernos ver a través de una banal circunstancia toda la gama de nuestras pasiones...Es curioso, porque los personajes de Munro, como Nita en el cuento Los radicales libres (que nos recuerda a las teorías de Isaac Asimov), leen reiteradamente novela, como Los hermanos Karamazov. A propósito de su escritura sobre el mundo femenino, el escritor y traductor estadounidense Davil Homel afirma: “ella escribe sobre mujeres y para mujeres, pero no está demonizada por los hombres”. En la sección cultural de El País se lee al crítico argentino Alberto Manguel: “Las grandes obras de la literatura universal son vastos panoramas globales o minúsculos retratos de la vida cotidiana.

Munro es el genio indiscutible de estas últimas, capaz de hacernos ver a través de una banal circunstancia toda la gama de nuestras pasiones y de nuestras pequeñas derrotas y victorias”. Comparada con Chejov, Maupussant y Borges, lo que sorprende de su literatura es, en primer término, un lenguaje pulcro y cotidiano que esconde –como bien lo saben los grandes cuentistas- eventos que pueden desencadenar rupturas impredecibles. De un “realismo psicológico”, dice el veredicto de la Academia. No hay que olvidar a ese precursor que fue el atormentado Edgar Allan Poe.

Su padre, Robert Laidlaw, que trató infructuosamente de sacar adelante un criadero de zorros, era un hombre humilde pero amante de la literatura, pero –aunque no fanático- inculcó a su familia una estricta ética, bajo el influjo de los presbiterianos escoceses. Y un dato interesante que se lee en el artículo La vida secreta de Alice Munro, quien vivió pobremente en una granja: “Mientras que en Estados Unidos, el elefante dormido al otro lado de la frontera, la religión siempre estuvo aliada con la ambición económica, en estas familias de pioneros escoceses el trabajo era un fin en sí mismo y mostrar un excesivo interés por el dinero o hacer evidente cualquier tipo de veleidad ajena a la vida común era considerado un pecado de vanidad”. El mundo del cuento está de vestido de minifalda.

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